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Actualizado: 13 de julio de 2025


Pues buscar, como otro Diógenes, un hombre que en constitución y riqueza de organismo la iguale, y unirlos. ¿Le parece a usted que con este descuido que hay en los enlaces, con los sacrílegos consorcios que solemos presenciar entre naturalezas pobres, viciadas, enfermas, y naturalezas sanas, es posible que muy pronto, a la vuelta de tres o cuatro generaciones, sobrevenga la decadencia fatal de estos pueblos de Europa?

Che oscuro è il cieli!... Y Currita, tan conmovida como Dinorah misma, que intenta en vano detener a Bellak, la blanca cabra querida, miraba de reojo al palco del Veloz-Club, donde charlando y riendo entre , asomaban Gorito Sardona, Paco Vélez, Diógenes, Angelito Castropardo, y por detrás de todos, descollando entre ellos por su gallarda apostura y su aire altanero, Jacobo Sabadell, flechando los gemelos con descaradísima insistencia a otro palco que Currita no podía ver porque estaba colocado justamente encima del suyo.

El tío Frasquito dio un chillido y echó a correr, llamando a voces a Jacobo y a Gorito; acudieron todos los de la fonda y llegó también Jacobo, mirando el reloj con gesto de grande enfado. ¡Hasta para morirse es importuno! dijo al verse frente a Diógenes. Llevábanle ya dos robustos mocetones, hijos del dueño de la fonda, y pusiéronle en la cama de un cuarto del primer piso.

En el palco del Veloz habían quedado solos Diógenes y Jacobo; despatarrado aquel frente al público, como si quisiera indicarle que todo él junto no se le importaba un comino; mirando este sin cesar, como un cadete, al palco de la dama de las camelias.

Jacobo escuchaba estupefacto la extraña salida de Diógenes, que pronunciaba su arenga babeando la ancha bocaza, dando golpes, ora en su propio pecho, ora en la mesa. ¿Y a qué viene todo eso? preguntó al fin Jacobo. ¿A qué?... A que dejes tranquila a tu mujer, porque sólo con pensar en ella la manchas.

Ayer presentó el italiano su renuncia a las Cortes, y una hora después estaba aceptada... Hoy ha salido para Lisboa a las seis, y a estas horas estará ardiendo Madrid por todos los cuatro costados... Más de veinte telegramas hay ya en el Grand Hôtel pidiendo cuartos. Y mientras esto decía Diógenes, muy acalorado, subía con Jacobo las gradas que llevan del patio a la terraza del Grand Hôtel.

Torció Diógenes un poco la cabeza y balbuceó con ira: ¿Visita?... ¿Quién?... ¿El enterrador?... ¡Polaina!... ¡Que aguarde!... Es una señora... ¿Una señora?... ¡Polaina!

Así sucedió en otro tiempo, que las inepcias de algunos sabios, de las quales DIÓGENES LAERCIO ha llenado sus libros, se alabasen.

Ya, ya... dijo el dominico, sonriendo con guasa . Has buscado en esta urraca a Diógenes; has creado tu Diógenes, el cínico, el que hablaba con claridad odiosa, y para que nada falte, le has encerrado en su tonel. Y , ¿qué eres: socrático, platónico, peripatético, sofista?

Al oír hablar de sir Roberto Beltz, hizo Diógenes un gesto como si le asaltara gran tentación de risa, y quedóse, sin embargo, muy serio escuchando la narración del gomoso.

Palabra del Dia

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