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Actualizado: 14 de julio de 2025
Y prosiguió diciendo, con grandes ponderaciones y mucho misterio, que el otro contendiente era sir Roberto Beltz, capitán de guardias agregado a la embajada inglesa, hombre muy posma, muy preguntón, muy aficionado a investigar el porqué de todas las cosas, y metódico y ordenado hasta el punto de reírse por la mañana de los chistes oídos la noche antes.
Al oír hablar de sir Roberto Beltz, hizo Diógenes un gesto como si le asaltara gran tentación de risa, y quedóse, sin embargo, muy serio escuchando la narración del gomoso.
La sangre no llegó, sin embargo, al río; intervino Currita muy indignada contra las zafias bromas de Diógenes, y puso fin a la contienda apoyándose en el brazo de sir Roberto Beltz, para dar una vuelta por la serre, y encargando antes al tío Frasquito que convidase para el día siguiente a comer con ella a todos los que habían tomado parte en las dos cuadrillas, blanca y negra.
Sabía cazar los peces a tiros; ponía lazos a las nutrias en la cueva de Amaviturrieta, que se hunde en el suelo y está a medias llena de agua; echaba las redes en Ocin beltz, el agujero negro en donde el río se embalsa; pero no empleaba nunca la dinamita porque, aunque vagamente, Tellagorri amaba la Naturaleza y no quería empobrecerla.
Y en medio del pasmo de todos y de sus risas después, explicó entonces Diógenes el enigma... Mientras las cuadrillas del ajedrez bailaban, hallábase sir Roberto Beltz al lado de Diógenes, mirando con grande atención al tío Frasquito, que muy pomposo y satisfecho en su papel de rey, movíase con pausa y majestad sobre el tapiz a cuadros rojos y blancos que representaba el tablero.
Mientras los demás chicos estudiaban la doctrina y el catón, él contemplaba los espectáculos de la Naturaleza, entraba en la cueva de Erroitza en donde hay salones inmensos llenos de grandes murciélagos que se cuelgan de las paredes por las uñas de sus alas membranosas, se bañaba en Ocin beltz, a pesar de que todo el pueblo consideraba este remanso peligrosísimo, cazaba y daba grandes viajatas.
De ella resultaba que el tío Frasquito había observado con sorpresa al principio, con recelo luego y con inquietud más tarde, que sir Roberto Beltz le seguía a todos los lados sin perderle un momento de vista; atribuyólo, al pronto, a la admiración que pudiera causarle su magnífico traje de gran mandarín, capaz de despertar las envidias del Mikado, porque era el tío Frasquito el feliz mortal que había tenido la honra insigne de figurar como rey blanco, al lado de Currita, en la famosa partida de ajedrez que acababa de representarse.
Palabra del Dia
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