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Actualizado: 13 de julio de 2025


Este fue el estado de Diógenes al quedarse solo, y rabioso y fatigado se dejó caer en las almohadas, volviéndose de cara a la pared.

Escuchábale Diógenes en silencio, mirándole de hito en hito, clavados en sus ojos los suyos, abotagados por la borrachera continua. Cuando acabó de hablar, díjole muy serio: ¡Vamos!... dices lo del gitano del cuento: ¡Señó! Toos píen el pan de cada día... Yo sólo pío que me pongan donde lo haiga, que ya yo me arreglaré... No te entiendo...

Quejábase con harta razón Fernandito de su falta de memoria, síntoma fatal a veces de los reblandecimientos cerebrales. Mas Diógenes, que no perdonaba ocasión de descargar su terrible mandoble, púsose a recitar como si leyera en el periódico: Hablando de cierta historia, A un necio se preguntó: ¿Te acuerdas ? Y respondió: Esperen que haga memoria.

¡Alto ahí, canalla, o te rompo el morro! exclamó Diógenes poniendo su formidable puño en las narices mismas de Jacobo . ¿Qué es lo que buscas ? ¿Dinero?... Pues ahí tienes a la de Albornoz; una... pelona como , que te dará lo que quieras... ¿Qué más te da, llamarte Jacobo que monsieur Alphonse?...

Quedóse Jacobo un momento pensativo, y rascándose después levemente la cabeza, añadió con su truhanesca sonrisa: Entonces... será preciso confesarse con el padre Cifuentes. Diógenes se puso muy serio.

Soy yo... ¿No me conoces? Asombrado Diógenes, miraba aquella extraña aparición sin acertar a decir palabra, e interrogaba con la vista, ora a la marquesa, ora a otro padre más joven que tras el viejo había entrado; este añadió: Soy el padre Mateu..., tu inspector del Colegio de Nobles... ¿Te acuerdas?...

Mi Inés, viendo su idiotismo, Dijo risueña al momento: Haz también entendimiento, Que te costará lo mismo. Jacobo y Villamelón se miraron entre , miraron después a Diógenes, y tornado a mirarse ambos, echáronse a reír, diciendo al cabo Fernandito: ¡Qué cosas tiene!... No hay más remedio que dejarlo o matarlo. ¿Sabes, Benito?...

¡, es mucha Curra esa! dijo lastimeramente una señora vieja, avellanada, pringosa, que asomaba entre rasos y blondas, como en su papelillo calado un dulce de almíbar. Yo nunca creí que tuviera valor para presentarse aquí esta noche observó otra. ¡Bah!... A eso y mucho más llega su desvergüenza. ¿Su desvergüenza? preguntó Diógenes . ¿Y por qué? ¿Por qué?... Capaz serás de defenderla.

El buen humor acabó de disiparles el susto, y recibieron todos al caído con grandes carcajadas, excepto Leopoldina Pastor, que dominando las risas con su poderosa voz de contralto, gritaba furiosa: ¡Pues mira el indecente cómo trae mi waterproof arrastrando!... ¡Diógenes, hijito!... ¡Recoge ese impermeable!... ¿No ves que me lo estás poniendo hecho un asco?...

Jacobo, sin embargo, aparentando no echar de ver la frialdad con que le recibían, cercioróse por mismo de la verdad de las noticias de Diógenes, sin dejar traslucir tampoco la inquietud que al pronto le habían estas causado.

Palabra del Dia

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