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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Y ante la mirada acariciadora de su tía, que admiraba sus ardorosas palabras, continuó el fuerte discípulo de Deusto: Los míos no saben leer; no saben nada de libertad, derechos y demás zarandajas, y por esto son felices. Esa gentuza de las minas, que casi todos los domingos tiene sus mitins, vive desesperada y ansía bajar un día á Bilbao para robarnos, sin saber que la recibiremos á tiros.
Muy bonitas esas calles nuevas con sus inmensas aceras; pero les falta algo para ser calles de ciudad: debían circular por sus aceras unas cuantas docenas de cocottes elegantes y hermosas; vendedoras de amor, que con cierto arte educasen á esa juventud habituada á la vida unisexual de Deusto y de la cofradía de San Luis.
No creas que tengo un interés especial en que sea Urquiola quien haga feliz tu vida. Tal vez tu mamá lo defienda con más tenacidad que yo, pues de su sangre es y conoce sus méritos. Por mí, si no es ese, que sea otro. De sobra los hay en la juventud brillante, esperanza de la patria y de la religión, que sale de Deusto.
Yo pienso lo que García Moreno, aquel gobernante del Ecuador, que, según cuentan los padres de Deusto, fué el estadista más grande del siglo. ¿Sabe usted lo que dijo al recibir la puñalada que lo mató? «Dios no muere nunca».... Pues eso digo yo. Dios no muere y no morirá Vizcaya que, por el amor que siente hacia su santísima madre, es su hija predilecta.
Aresti sonrió, mirando con lástima al joven. Era posible que no lo entendiese: aquellas cosas no las enseñaban en Deusto. Además, una moral con todos sus preceptos, no se fabrica de la noche á la mañana como un sermón de los padres de la Compañía. Bastante había hecho el pensamiento moderno en menos de un siglo; y aún estaba en la primera etapa de su marcha hacia el infinito.
Hablaba como si no se diera cuenta de la sonrisilla insolente del abogado de Deusto; del gesto asombrado y medroso con que le contemplaba su sobrina como si fuese un aparecido. Aresti quiso ver á Morueta, y doña Cristina miró con inquietud á una puerta inmediata, como temiendo que el doctor llegase á pasarla. No sé si podrás verle dijo con los labios apretados.
No era del país: había llegado de un pueblecillo de la costa de Santander, estableciéndose en Olaveaga como gabarrero, y casándose con una joven del pueblo, que tenía varios campos en aquella vega de Deusto, que surte de hortalizas y flores á Bilbao.
La Universidad de Deusto aún interesaba más á doña Cristina. ¡Cómo lamentaba ella no poder entrar en aquel palacio, tantas veces admirado al ir y volver á su casa; no poder correr por la montaña de su parque, y ver de cerca el San José, que dominaba el paisaje, bajo su dosel de luces eléctricas! La sabiduría de los buenos Padres se revelaba en todos los detalles del establecimiento.
Los padres de Deusto le protegían, sonriendo benévolamente ante lo que llamaban sus calaveradas. Era exceso de vida: ya le casarían ventajosamente y sería un modelo de caballeros cristinos. Sánchez Morueta le veía en su casa con disgusto, pero no osaba manifestarlo claramente por consideración á doña Cristina, que parecía orgullosa de su sobrino.
Ese cachorro de Deusto tal vez sea mi jefe. ¡Cristo! ¡Y para esto me expuse á que me rompieran la cabeza cuando al sitio!... Y Pepe ¿qué dice?... Pepe no tiene voluntad. Habla menos que nunca, y á todo lo que ordena su mujer contesta que sí con la cabeza.
Palabra del Dia
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