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Actualizado: 25 de julio de 2025
A mas que la traduccion de esta carta se encuentra fingida con la mas estraña ignorancia i la mas insolente desvergüenza literaria; porque está escrita en un lenguaje bárbaro, confusa mezcla de lengua castellana antigua con moderna, i con un poco de portuguesa i gallega.
Yo no debiera decírtelo, yo no sé cómo tengo la desvergüenza de decírtelo. Apenas si á mi confesor le he dejado entrever algo de lo que siento en el negro abismo de mi corazón. Pero, si no te lo digo... ¿con quién me desahogo?... Lucía, tú eres mi mejor amiga... Yo quiero al Comendador de un modo inexplicable. Me siento arrastrada hacia él.
Cada vez estás más guapo. Si no fuese por darle un disgusto a María de la Luz, cualquier día engañábamos a éste. Pero éste, o sea Luis, reía de la desvergüenza de su prima, sin que le molestase la muda comparación a que parecían entregados los ojos de Lola, entre su cuerpo desmedrado de vividor alegre y la fuerte armazón del aperador del cortijo. El señorito pasó revista a su gente.
»Micaela S..., buena muchacha, fraternal como un diablo, camarada con exceso; tenía una conversación que indicaba demasiado que era, realmente, una hija de la Naturaleza... »No podía decir tres palabras sin añadir una patochada y soltar una desvergüenza digna de un carretero.
Si en vez de celebrarse como chistes los vicios, el desaseo, la desvergüenza y el desarreglo de las costumbres, se consideraran como graves y repugnantes defectos, ni éste ni otros desdichados hubiesen llegado a tal extremo de miseria. Nada hay tan funesto como presentar al hombre un ideal que no esté de acuerdo con los preceptos de la virtud y halague al propio tiempo sus malas propensiones.
Durante el primer curso conservaron el aspecto algo encogido de chicos criados entre faldas y limpios de lenguaje, no hechos a la libertad de andar solos por la calle; mas al poco tiempo fueron abriendo oídos a la malicia y teniendo la lengua pronta para la desvergüenza: entróseles la picardía al pensamiento como ciencia infusa, aprendieron a decir palabrotas, pegóseles algo de ese impudor que se recoge al paso, y aumentaron su vocabulario con frases soeces y giros achulados, cuyo sentido acaso no entendían, repitiendo tales cosas por imaginar que hablando gordo harían viso de hombres bragados.
¡Pobre Ollo! exclamó D. Oscar. ¡Qué lástima de hombre! Era uno de los mejores generales que el rey tenía. Estaba yo a treinta pasos de él cuando cayó muerto dije con la mayor desvergüenza. ¿Un casco de granada? Le hizo pedazos la cabeza. ¿Qué graduación tenía usted? Teniente de la cuarta del primer batallón navarro. A la entrada del rey en Francia, le habrá a usted hecho capitán.
Don Silvestre no se extrañaba tanto de la desvergüenza del elegante jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas; parecíale insoportable la impudencia del uno, pero mucho más imperdonable la aquiescencia de los otros.
Debiera usted morirse de vergüenza. Señora, yo no sé de qué habla usted dijo Clara, perdiendo por completo la serenidad. ¡Insolente! Y aún se atreve á disimular, después de tanta desvergüenza. ¿Cree usted que está tratando con personas como usted? ¡Miren la necia! tan necia como perversa. Ahora mismo va usted á salir de esta casa.
«Pero hombre, no te apures le decía su mujer . Volverás a los Santos Lugares». ¿Pero tú crees, tonta, que van a quedar Lugares Santos? Todos serán lugares pecadores. Verás la que se arma: guillotinas, sangre, ateísmo, desvergüenza, y por fin, vendrán las naciones... no te creas, ya puede que estén viniendo... en socorro de la Reina; vendrán las naciones y se repartirán nuestra pobre España.
Palabra del Dia
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