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Actualizado: 24 de julio de 2025
El vendimiador es un muchacho visto de frente andando, sonriente, trayendo un racimo de uvas en la mano derecha y en la izquierda un cuchillo: tiene junto a sí un cesto lleno de uvas y la figura, de tamaño algo menor que el natural y cortada por bajo de la cintura, destaca sobre un trozo de paisaje sombrío.
Se hace un largo silencio. Llegan cacareos de gallos y ladridos de perro. Yo siento como si hubieran pasado tres o cuatro horas en este ambiente de soledad, de aburrimiento, de inercia, de ausencia total de vida y de alegría. Miro el reloj; son las dos; ha transcurrido media hora. A lo lejos destaca el pueblo con sus techumbres negras y las manchas blancas de las fachadas.
La fuente es redonda; tiene en el centro del pilón una columna que sostiene una taza; de la taza chorrea por cuatro caños perennemente el agua. La iglesia es de piedra blanca; la flanquean dos torres achatadas; se asciende a ella por dos espaciosas y divergentes escaleras. Es una bella fuente que susurra armoniosa; es una bella iglesia que se destaca serena en el azul diáfano.
Mesas cuadradas y redondas, de mármol, se hallan esparcidas acá y allá alternando con otras de tapete verde; junto a la pared corre un ancho diván de peluche rojo; en un ángulo destaca un piano de cola, y verdes jazmineros cuajados de florecillas blancas festonean las ventanas.
Y de este modo han sabido unir a la utilidad la belleza, puesto que su caza es un deporte airoso. Ron vive en una confortable casa; tiene catorce centímetros de larga y seis de ancha. Son de cartón sus muros, es de cristal su techumbre. El interior es blanco. Y en la blancura, Ron va y viene gallardo y se destaca intenso.
Un grupo de gente le rodea en seguida. El público aterrado se agita y se alborota: quiere saber lo que ha pasado. Al fin uno de los actores se destaca del grupo y dice en voz alta: «que el traspunte Antonio García, caminando por los telares del teatro, había tenido la desgracia de caerse. ¿Pero, está muerto?... ¿está muerto? preguntan varias voces. El actor hace con la cabeza señal afirmativa.
En el centro, en la cumbre del lienzo, se destaca una figura amable, sonriente, serena, que goza en vida de la estimacion y de la fama que la muerte concede á tan pocos: es un anciano en cuya mirada brillan juntamente el talento y la bondad con la misma fuerza, en cuya sien los laureles son tantos como las canas venerables: es el autor de Los Amantes de Teruel y de La Ley de raza y de las Fábulas y de Los Cuentos: es D. Juan Eugenio Hartzenbusch.
Por su parte, Lorenzo pretendía meditar sobre su estado mental, luchando sin éxito con la incoherencia de sus ideas, en uno de esos curiosos estados de conciencia en que la voluntad parece desmayar a cada impulso y en que sólo se destaca nítido y claro el falso convencimiento de una enfermedad imaginaria.
¡Cuán radiante en la lejana perspectiva del pasado, como lampo que emergiera de las ondas de un nublado 20 se destaca luminosa de la pálida penumbra, la apostólica figura del vidente mensajero del amor y la justicia, con su rostro de lucero y el hechizo de su genio que encadena y que deslumbra!
A la izquierda el río oculto entre el follaje de la Casa de Campo; delante el Guadarrama con su crestería recortada que se destaca puramente con el azul del cielo; a la derecha la Dehesa de la Villa, el camino de Amaniel, los campos verdes de la Moncloa.
Palabra del Dia
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