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Todo se reparaba con relativa rapidez y la gente mostrábase contenta hablando del pasado peligro con desprecio. ¡Hasta la otra! Además, se había repartido mucho dinero.

Un poco de presunción, un personal excelente, suficiente atolondramiento para no quedarse nunca sin conversación, un modo de bailar semejante al de una persona que anda sin gana, un bonito frac, seis apuestas de a onza en el écarté, y todo el desprecio posible de las mujeres, hablando con los hombres, le granjearon el afecto y la amistad verdadera de todo el mundo.

Y ya que eso puede ser, me alegro de vuestro lance con don Bernardino. ¿Por qué? A todo el que entra en la guardia española, se le piden pruebas de valiente: conque hayáis reñido bien con don Bernardino de Cáceres, las lleváis hechas. Me parece poco hombre para prueba ese hidalgo dijo con desprecio Juan Montiño. ¡Bah! Don Bernardino es una espada valiente, y muy bravo y sereno.

Es Vd. demasiado buena para pagar con burla y desprecio el sentimiento que ha despertado en ; pero no se inspire Vd. en la lástima que de sienta, sino en los impulsos de su propio corazón; no olvide Vd. que seguir escuchándome ahora es contraer... Lo que con otro hombre sería un juego, conmigo sería un escarnio.

Una vez muy exagerado, ó hay que huir al desierto y hacer la vida ascética de los ermitaños, y entonces todo va bien, porque la belleza y la bondad que no se ven en la tierra, se esperan, se presienten y casi se ven ya en el cielo, en éxtasis y arrobos, ó hay que dar, faltando el amor divino, faltando la caridad fervorosa, en un desesperado desprecio de uno mismo y en tal desdén y odio á todo lo creado y á nuestros semejantes, que hacen á quien así vive odioso y enojoso á y á los demás seres.

Cualquier broma de Romadonga la interpretaba en el peor sentido, retorcía sus frases más sencillas, queriendo ver en ellas algún signo de desprecio. Y con el temperamento impetuoso de que estaba dotada, cuando menos podía esperarse armaba una gresca de dos mil diablos, le cubría de dicterios y le arrojaba de su presencia.

Clarence King, son menos razonables aún que las de Draper; pero como llevan el propósito de excitar en los Estados Unidos el odio y el desprecio contra España y de favorecer á los rebeldes de Cuba, auxiliándolos y declarándolos beligerantes, creo que algo conviene decir contestando al Sr.

Eso, eso, tengamos carácter... ¡Pues no tiene pocas pretensiones! Ni usted con toda su casta vale mil cuartos, cuanto más mil duros... Vaya, ¿quiere dos mil reales? Izquierdo hizo un gesto de desprecio.

Me dió un silencioso beso en el cuello, y sus labios abrasaban. Yo empecé á sentir no qué por aquel hombre. Me parecía hermoso, y luego... me trataba como no me había tratado ninguno. Los otros me habían tratado con desprecio. El me trataba como á una señora; se estremecía á mi lado, se ponía pálido. Me retuvo en sus brazos en la barca; y luego, siempre en sus brazos, me subió á la galera.

Era éste un golpe de efecto que meditaba desde hacía mucho tiempo y del que esperaba cosechar inmarcesible gloria, porque eso de ir a pasar su noche de boda en casa de su amante no podía ser más fin de siglo, nada podía dar más evidente testimonio de su desprecio hacia la estrecha moral del vulgo.