United States or Macao ? Vote for the TOP Country of the Week !


Señor Sagrario, haga el favor de despertar a mi tío». Pero ni el tío despertaba, ni D. José se hacía cargo de que le llamaban. «Parece que me tienes miedo, y que pides socorro le dijo Maxi con fría bondad . No te voy a comer. Estás equivocada si piensas que vengo de malas. Si no se trata ya de matarte ni de matar a nadie... Esa idea estúpida voló... por fortuna de todos».

¡Oh, Miguel... Miguel! suspiró ella, librándose por un momento de la caricia para volver á someterse á aquellos labios que la perseguían con avidez. Hablaba como una vencida. Había vuelto de golpe á su pasado, estremeciéndose al contacto de tantas cosas olvidadas que una larga abstinencia hacía completamente nuevas. Esta boca ardorosa y dominadora la despertaba de un sueño que había durado años.

La cara inerte de don Camilo me despertaba un rencor profundo que se agravaba cada vez que la familia simulaba oír con asombro todas las insulseces que aquel tonto contaba. Acabamos de comer y fuimos a pasar la tarde al jardín.

El corazón de la hija, hay que confesarlo, no padeció gran cosa. Aquella desgracia no apagaba por entero el rencor que despertaba en su alma el recuerdo de los amarguísimos días que acababa de pasar. Su venganza no estaba satisfecha porque veía a la Amparo rica y feliz.

Volví a sacar la cabeza por la ventanilla riendo, y sumergí mi vista extasiada en el radioso espectáculo que delante de se ofrecía. Aquel panorama despertaba en mi alma una gozosa emoción. Todo parecía reír. La luz caía como una gloria del cielo sobre los campos.

Lo malo era que en aquellas largas horas, a veces aburridas, que pasaba de rodillas ante el Sacramento, la faz envuelta en un gran velo al modo de mosquitero, la pecadora solía fijarse más en la custodia, marco y continente de la sagrada forma, que en la forma misma, por las asociaciones de ideas que aquella joya despertaba en su mente.

El canto quejumbroso y melancólico de los pueblos tristes y moribundos, despertaba inexplicables recuerdos, ecos de una existencia anterior. El alma morisca se estremecía en ellos oyendo aquellas coplas de muerte, de sangre, de amores desesperados y fanfarronas amenazas.

De aquí el lujo con que vivía, su palacio, sus trenes, los bailes famosos que de vez en cuando daba a la sociedad madrileña. El carácter de Calderón le inspiraba un desprecio profundo: al mismo tiempo le despertaba el buen humor. Al ver la pequeñez de su amigo se crecía, contemplábase más grande de lo que en realidad era y experimentaba viva satisfacción.

La pasión de domesticar se despertaba en ella delante de aquel magnífico animal que estaba pidiendo una mano hábil que lo desbravase. Y véase aquí cómo a impulsos de distintas pasiones, tía y sobrino vinieron a coincidir en sus deseos; véase cómo la tirana de la casa concluyó por mirar con ojos benévolos a la misma persona de quien había dicho tantas perrerías.

En aquel momento, el peligro de la señora de Moscoso despertaba su instinto de lucha contra los males positivos de la tierra: el dolor, la enfermedad, la muerte. Comió distraídamente, y sólo bebió dos copas de ron. Julián apenas pasó bocado; preguntaba de tiempo en tiempo: ¿Qué ocurrirá por allí, don Máximo?