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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Sintió Ojeda cierto remordimiento ante este llanto. ¿Por qué lloraba?... Y ella, como si se avergonzase de su emoción, profería balbucientes excusas. No sabía por qué lloraba... Pero era tan feliz, ¡tan feliz!... Un ruido de pasos despegó sus bocas instantáneamente, y cogiéndose del brazo, continuaron su paseo con afectada indiferencia.

Esto sólo daba por resultado mayor despego en las criaturas mezclado de miedo. En cuanto a Gonzalo, tenía en Cecilia una hermana y una madre atenta siempre a evitarle disgustos, a separarle los abrojos del camino. En ella descansaba, a ella acudía como un niño grande y mimoso, impacientándose cuando no cumplía al instante sus deseos, molestándola más de la cuenta.

D. Bernardo hablaba de él con poco respeto y le trataba con cierto despego: el mismo brigadier, aun queriéndole bien, no se mostraba muy impresionado por aquella famosísima estampa, y solía reprenderle suavemente algunas cosas que llamaba puerilidades.

¡Que no me empuje!... Yo no soy criminala... Yo tengo familia, conozco quién me abone... Ea, que no voy a donde usted quiere llevarme...». Se arrimó a la pared; pero el fiero polizonte la despegó del arrimo con un empujón violentísimo.

Maxi le arrebató el papel de un manotazo. «Te has quedado así como... estupefacta». Déjame en paz replicó ella con un despego que a su marido le llegó al alma. ¡Qué modales, hija! Ya ni consideración. Fortunata parecía que tenía sellada la boca. Comieron sin chistar; él se puso luego a estudiar y ella a coser, sin que el fúnebre silencio se rompiera. Acostáronse, y lo mismo.

El despego que le mostraban las gentes había ido en aumento, convirtiéndose en franca impopularidad. Los que el día anterior fingían no verle le miraban ahora con una fijeza hostil. Su decadencia iba unida á la del pobre Hombre-Montaña. Los envidiosos de su antigua gloria se aproximaban únicamente para darle noticias alarmantes sobre la suerte de su protegido.

Mujeres glaciales que le trataban con visible despego, mujeres de reconocida virtud que repelían con su aspecto toda audacia, se habían acercado á él con repentina decisión, solicitando un préstamo y preguntando acto seguido á qué hora podía ofrecer el príncipe una taza de en Villa-Sirena. Recordó al coronel, que consideraba el juego como el peor de los enemigos de la mujer.

Lo cierto es que trataba a sus pretendientes con ostensible despego. ¡Qué esfuerzos hacía cada uno de ellos por aventajar a los otros en cortesía, donaire y gentileza! ¡Cuántos cartuchos de confites entregados con emoción y olvidados inmediatamente sobre la mesa! ¡Cuánto requiebro, cuánta galantería perdidos en el aire!

Miro por sus intereses como si fuesen míos... mucho más que si fuesen míos... ¿Por qué se goza en hacerme padecer?... En cuanto hay mujeres delante me trata con un despego y un despotismo como no se trata á una negra... Y les dice requiebros, y retoza con ellas... y si me presento en el cuarto me pregunta con desprecio: «¿Qué hace usted ahí? ¿A qué viene usted aquíHasta que me echa, y esas perdidas se quedan riendo de ... Ahora le da por una que llaman Mercedes la Cardenala.

A Bonis le había llegado a querer de veras, con un cariño que tenía algo de fraternal, que era a ratos lujuria y que se convertía en pasión de celosa cuando sospechaba que el tonto de Reyes podía cansarse de ella y querer a otra. Tiempo hacía que notaba en su queridísimo bobalicón despego disimulado, distracciones, cierta tendencia a huir de sus intimidades.

Palabra del Dia

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