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Todos al abandonar el boliche volvían sus ojos instintivamente hacia el río obscuro que se deslizaba sordamente, durante miles y miles de años, entre tierras yermas, negándolas su caricia gestadora de tantas maravillas. Mientras llegaba la hora de ser millonario gracias á la irrigación, una de las mejores ganancias del dueño del boliche consistía en organizar los domingos corridas de caballos.

Incorporose el anciano estremecido y corrió bamboleándose débilmente hacia la puerta. Estaba abierta. Por ella llegaba el tumulto de una gran ciudad que despierta, y entre este tumulto las pisadas del hijo pródigo que se perdían a lo lejos, para siempre. El coche se deslizaba penosamente por la estrecha carretera, dando frecuentes sacudidas.

Se aproximó a su cuarto pensativo y desconfiado. Cuando fué a poner la llave en la cerradura, la puerta se abrió sola. Esto le sorprendió y se detuvo inquieto. ¿Se habría olvidado de echar la llave al salir? ¿Había entrado alguno en su cuarto durante su ausencia? Iba a darse cuenta de ello. De pronto se estremeció y volvió la cabeza; era un ruido de pasos que se deslizaba en el piso.

En fin apareció un joven que se había retardado un poco en la calle tomándose tiempo para acabar un cigarro que había encendido al salir del cementerio. Se deslizaba discretamente en nuestras filas, cuando la señora de Saint-Cast lo notó. ¿Es usted, Arturo? dijo con una voz semejante á un soplo. , mi tía dijo el joven, avanzando como centinela al frente de nuestra línea.

Frisaba en los treinta años, era de estatura mediana, cabello castaño, barba cortada en punta y algo clara, bigote retorcido y ojos muy cubiertos con los párpados, lo que daba á su fisonomía un aspecto de firmeza. Cuando estaba callado y su mirada velada se deslizaba imperceptible á través de las pestañas, era imposible adivinar lo que pensaba.

La expresión de sorpresa y de vergüenza no acababa de desaparecer por completo del rostro de Lucía; pero esto le prestaba aún más atractivo. La camelia encarnada tampoco se deslizaba de sus manos. Miguel, cada vez más dueño de mismo, se atrevió a hacerle seña de que la arrojase: la generala bajó los ojos sonriendo, pero no hizo caso.

Y la gente menuda contestaba al alarido de la madre con una explosión de ahullidos dolorosos, para que la tierra oscura, el espacio azulado y las estrellas de agudo fulgor se enterasen bien de que había muerto su prima, la dulce Mari-Cruz. Salvatierra sentíase dominado por este dolor trágico y estruendoso, que se deslizaba al través de la noche, rasgando el silencio de los campos.

De nuevo el reloj de la caballeriza dio la hora, la media, y creo que después debí dormitar un rato, porque me desperté súbitamente al sentir unos leves pasos furtivos sobre el bruñido piso de roble delante de mi puerta. Escuché, y distintamente que alguien se deslizaba suavemente y bajaba por la gran escalera, que crujía muy despacio.

Así se deslizaba el tiempo para Lázaro, que, impensadamente tal vez, desvió sus miradas del espectáculo del mundo para fijarlas en lo que de cerca le rodeaba.

El relámpago se deslizaba sobre las bóvedas de la noche como una espada flamígera y, a la luz pasajera, se veían de cuando en cuando algunas sombras siniestras descender sobre el valle, parecidas a esos espíritus vengadores que son enviados sobre las alas de la tempestad para atemorizar a los niños y a los hombres.