Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 23 de julio de 2025
Para un espíritu en que exista el amor instintivo de lo bello, hay, sin duda, cierto género de mortificación, en resignarse a defenderle por medio de una serie de argumentos que se funden en otra razón, en otro principio, que el mismo irresponsable y desinteresado amor de la belleza, en la que halla su satisfacción uno de los impulsos fundamentales de la existencia racional.
Al mismo tiempo decretaron la movilización de las mujeres menores de cuarenta años, para que tomasen las armas, y el alistamiento voluntario de los hombres que quisieran trabajar en los servicios auxiliares y en los hospitales. En el Senado, el público lloró de emoción escuchando á Gurdilo el más desinteresado y sublime de sus discursos. Todo lo olvidaba ante la inminencia del peligro común.
El atleta no quiso desempeñar el indigno papel de cachetero que en aquella repugnante contienda doméstica se le designaba, y todo quedó en tal estado. Después riñó D. Felicísimo con Doña María del Sagrario, con la criada, con Tablas, y a todos les mandó que se fuesen a la calle y le dejaran solo, pues para vivir entre espías o traidores, prefería estar solo con el leal y desinteresado gato.
Reflexionando yo muchas veces sobre lo que más me llamaba la atención en ella, que no eran seguramente éstas y otras pintorescas trivialidades de determinados concurrentes, sino aquella familiaridad cariñosa, aquella rara, profunda, íntima trabazón afectiva entre todos ellos y mi tío, recordaba la comparación que de este caso original me había hecho Neluco en la primera conversación que con él tuve, y no me parecía rigurosamente exacta: más que un organismo de miembros subordinados al imperio de la cabeza, me parecía una familia con todas las comunes variedades de aptitudes y temperamentos, unida por el amor desinteresado, tan propio y natural entre todos sus miembros, y gobernada por la experiencia, la abnegación y la sabiduría del padre.
Para él, mi dicha consiste en no rehusarme nada, en satisfacer todos mis caprichos y en prevenir mis menores deseos... Nada más, y es poco... ¡Cómo! ¿Ni una parienta? Sí, parientes... pobres. Sabe usted, capitán, que es uno de los inconvenientes de la riqueza el ver siempre el gusano roedor que ataca a los más hermosos frutos. ¡Es tan raro el encontrar un cariño desinteresado!
Buscándosela, trabaja al fin, y sirve de algo, y tal vez hace el bien general, o procura hacerlo, a costa de fatigas y peligros, cuando procura asimismo, como es lícito y natural, su propio encumbramiento y provecho. ¿Qué héroe antiguo, qué guerrero, qué gran político de los que ensalza la historia ha sido tan absurdamente desinteresado como sería menester serlo para estar libre de tus invectivas?
Eso del amor desinteresado es una invención de las pobres gentes, que se consuelan con embustes. La moneda brilla en el fondo de todo amor. Al principio no se piensa en tal cosa: el deseo nos ciega; sólo vemos lo inmediato, la dominación de la persona dulcemente adversaria. Pero en todo amor que se prolonga, se acaba por dar dinero ó por tomarlo.
Ortiz de Pinedo por crear seres humanos peores que los que en realidad existen; peca porque aparta del lado, y digámoslo así, de la esfera de acción y de pasión de la heroína de su novela a quien ha decidido hundir en la más negra sima a todo hombre y a toda mujer capaz de sentir por ella un noble y desinteresado afecto que pueda, sepa y quiera darle buenos consejos, prever el precipicio en que va a caer y sostenerla para que no caiga, tenderle una mano cariñosa y fuerte para levantarla de su caída o sostenerla al menos en su ya irremediable infortunio.
Y Ariosto, con la leyenda El Perro precioso, inserta en el Orlando, le disculpa mucho más. Yo no le disculpo, pero le excuso, aunque no sea más que por el desinteresado amor y la admiración sincera que infunde el hombre rico, como no sea una bestia, aun en las almas más escogidas y nobles.
Yo estaba fuera de mí: tomé sus dos manos en un transporte de violencia que la dominó: ¡Margarita, pobre hija mía!... ¡escúcheme! ¡La amo, es cierto, y jamás amor más ferviente, más desinteresado, ni más santo, ardió en el corazón de un hombre! Pero usted también me ama... ¡Me ama, desgraciada! y sin embargo, me mata... Habla de corazón triturado y destrozado... ¡Ah! ¿y qué hace usted con el mío?
Palabra del Dia
Otros Mirando