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Actualizado: 23 de julio de 2025
El médico que Soldevilla había traído, encerrado durante el lance en una sala por no presenciarlo, reconoció minuciosamente las fracturas y contusiones del herido. Declaró, desde luego, su estado muy grave. Peña y don Rudesindo, encontraron a Gonzalo dentro del coche llorando desesperado. ¡Soy un bruto! les dijo. ¡Un bárbaro! ¡Qué pensarán ustedes de mí! He cometido una acción bochornosa.
Mientras tanto, dominada por el terror, la joven gritaba, con los brazos tendidos hacia la condesa: ¡Oh madre mía, perdón, tened piedad de mí, me va a asesinar¡ ¡Yo soy vuestra hija, defendedme, madre, madre querida! Aquel grito desesperado, aquel dulce nombre de madre, repercutió en el corazón de Marta.
Y la rodee un brazo a la cintura. ¡Oh! ¡qué es esto! ¡Dios mío! exclamó Amparo levantándose pálida como un cadáver. Mis celos son justos dije fingiéndome desesperado tu amor hacia un ser misterioso, te hace horrible toda demostración de amor por mi parte.
Pero, llegado á aquel reborde, no podía subir más el pastor: la roca, lisa por todas partes, no ofrecía ningún punto de apoyo. El perro estaba tan desesperado como su amo: acurrucándose de trecho en trecho, al borde del precipicio, dió algún ladrido corto y luego salió de pronto como una flecha hacia el valle.
Para hacer carrera, hay que ser prudente. La vida no es un juego; no hay que soñar, joven amigo. Maltrana volvió desesperado a su tugurio de las Cambroneras. Entraba todos los días en Madrid persiguiendo una esperanza, pero ésta revoloteaba ante él sin dejarse alcanzar.
En el día de hoy estoy ya desesperado. Reconozco que todo fue vana ilusión de mi orgullo. Ignoro si es culpa mía o de mis hados adversos.
En el acto segundo vemos á D. Juan, desesperado por la infidelidad de su amada; hasta la prueba de afecto, que le ofrece, entregándole todos los regalos recibidos, se estrella en su incredulidad, y resuelve, por tanto, hacer la corte á otra beldad, llamada Marcela.
Había enlodado en un segundo el amor más puro que hombre alguno haya sentido sobre sí, y acababa de perder con Inés la irreencontrable felicidad de poseer a quien nos ama entrañablemente. Desesperado, humillado, crucé por delante de la puerta, y la vi echada en el sofá, sollozando el alma entera sobre sus brazos. ¡Inés! ¡Perdida ya!
En el apretar desesperado de Emma a cada nuevo dolor, Bonis sentía, además de los efectos naturales de la debilidad femenina en tal apuro, además de meros fenómenos fisiológicos, el carácter de la esposa; veía el egoísmo, la tiranía, la crueldad de siempre.
Así, podía sin dificultad interpretarse el primer movimiento de Magdalena como un impulso de celos revelado también por la involuntaria mirada en que envolvió a la vez a su hermosa prima y a su desesperado novio que iba a dejar al lado de ella. Su padre, para quien nada pasaba inadvertido, se inclinó y le dijo en voz muy baja: Tú misma la has llamado; no ha hecho más que obedecerte.
Palabra del Dia
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