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Actualizado: 23 de junio de 2025


Después de haber fingido amarme, me rechaza usted... me ha humillado, desesperado... ¡Usted es la única causa de lo que sucede! Señorita, no es usted justa; jamás he fingido amarla; he sentido por usted una afección muy sincera que le profeso aún.

Yo le rechacé con furia; pero don Paco pudo suponer, y de seguro supuso, que mi furia era fingida porque él había entrado y porque yo le había visto y trataba de aparentar inocencia. ¿Sabes lo que yo temo? Pues temo que don Paco, juzgando una perdida a la mujer que era objeto de su adoración, se ha ido desesperado sabe Dios dónde.

¡Pedro! ¡Pedro! un solo esfuerzo. El moribundo hizo un esfuerzo desesperado para hablar y no pudo; levantó la cabeza, dejó oír un gemido gutural, y luego su cabeza cayó inerte sobre la almohada. Había muerto. Desde que don Francisco de Quevedo se resignó á esperar, pensando, al duque de Lerma, hasta que apareció el duque, pasaron muy bien dos horas.

El jayán, para agradecer el aumento de jornal, trabajaba como un desesperado, acometiendo la tierra con su azadón, sin respirar apenas entre golpe y golpe, y los otros infelices tenían que imitarle para no quedarse atrás, manteniéndose, con esfuerzos sobrehumanos, al nivel del compañero que servía de acicate.

Usted me había dicho que en medio de esas rocas existía un paso oculto que daba a la costa, un paso que podía darnos el medio de salir de esta, ensenada que ya el mar va cubriendo... ¡Virgen santa! ¡por todas partes rocas cortadas a pico! exclamó el fraile desesperado, mirando por encima de su cabeza. ¡Por todas partes rocas cortadas a pico! repitió el gitano.

Que llevarle desesperado a prenderse de un tronco, echarse de él y matarse; cuanto va del alma al cuerpo y cuanto es más absoluto el dominio del albedrío humano sobre las potencias del alma, que sobre las operaciones del cuerpo.

Pero dígame, señora, así el cielo la acomode con otro más blando amante que mi amo: ¿qué es lo que vio en el otro mundo? ¿Qué hay en el infierno? Porque quien muere desesperado, por fuerza ha de tener aquel paradero. -La verdad que os diga -respondió Altisidora-, yo no debí de morir del todo, pues no entré en el infierno; que, si allá entrara, una por una no pudiera salir dél, aunque quisiera.

Algo le tranquilizaba la idea de que le tostasen con símbolos en el caso desesperado de no salvarse, como deseaba seriamente. El primer esfuerzo que hizo Anita para salir de casa, tuvo por objeto llevar a su don Víctor a la Iglesia. Confesaron los dos con el Magistral.

En la imaginación del joven, aquella calle había sido mutilada de un modo horroroso; le parecía extremadamente corta, y la pequeña puerta por donde desaparecía Tónica todas las noches estaba ya a la vista. Para mayor desgracia, la joven seguía hablando; pero Juanito tembló, pensando que podía quedarse solo y desesperado dentro de pocos minutos por culpa de su timidez, y al fin se sintió hombre.

El cocinero mayor, desesperado, salió de la taberna y se fué paso á paso hacia el alcázar; pero al llegar á él se encontró con un alguacil del Santo Oficio, que le dijo: ¿Es vuesa merced el señor Francisco Martínez Montiño?... Yo soy contestó todo trémulo el cocinero al ver que se las había con un alguacil del Santo Oficio. Veníos conmigo.

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