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Actualizado: 2 de julio de 2025
Señora, honran sobre manera a su sexo, pero es preciso también considerar los sentimientos, la situación de una madre, y, al propio tiempo, mi misma situación. El coronel hizo aquí una pausa y, sacando un pañuelo blanco, lo pasó descuidadamente sobre su pecho y luego se sonrió cínicamente a través de sus bordados pliegues.
Sus manos algo bastas, sin duda a causa del trabajo, oprimían un lío de ropa seminueva, mal envuelta en un pañuelo rojo. Rojo era también el que ella en su cabeza llevaba, descuidadamente liado debajo de la barba a estilo de Madrid. ¿Con qué prenda se cubría? ¿Sotana, mantón, gabán de hombre?
Apoyada descuidadamente en el brazo de su hija como una débil y flexible caña, levantaba su talle prematuramente encorvado y andaba a pequeños pasos, con el pecho oprimido, pero con un poco de rosa en las mejillas y un poco de llama en los ojos.
Se recostó descuidadamente en uno de los brazos del canapé y, por encima de su abanico que agitaba lentamente, se quedó contemplando a Delaberge con la sonrisa en los labios. Este, ya receloso y colocado en actitud defensiva, estudiaba detenidamente el rostro de su vecina. Pronto sintióse tranquilizado por completo.
Pues ¿para qué se quieren las cosas buenas sino para las ocasiones como la presente? Me costó algún trabajillo hacer comprender a mi tío, que tomaba mi resistencia a desaire, que se duerme mejor y más descuidadamente que entre encajes y damascos, bajo las coberturas sencillas que usamos a diario los simples mortales.
Don Juan se quitó la capa y el sombrero, la daga y la espada, las arrojó sobre un sillón y se sentó en otro descuidadamente junto al brasero, como pudiera haberlo hecho en su casa. Y esto era lógico. El cuarto de su mujer, era su cuarto.
Y en efecto, al recibir ésta el papelito experimentó satisfacción, lisonjeada en su vanidad y en sus instintos. ¿Sabes lo que dice este papel? le preguntó relamiéndose. Josefina hizo un signo negativo. Leía todavía mal el manuscrito, sobre todo escribiendo tan descuidadamente como lo había hecho la señora. La costurera le obligó a deletrear aquellas palabras hasta que se enteró bien de ellas.
Un arroyo, nacido al pie de un promontorio, cuyo grano es de poca cohesión, corre por el barranco sobre un lecho de arena finísima abrillantado por la mica; parece verse brillar el oro y la plata á través de las rizadas aguas. Más de un patán llegado de la llanura se ha equivocado y se ha precipitado sobre los tesoros que se lleva descuidadamente el burlón arroyuelo.
En cuanto éste descuidadamente los movía, se arrojaba sobre ellos y le hincaba los dientes desgarrándole el calzado y algunas veces la piel. Puede imaginarse el susto del buen hombre y el brinco que daría. D. Félix montaba en cólera, arrimaba un puntapié al indecente perro, le llenaba de denuestos, le arrojaba de su presencia.
Está bien, yo me encargo de curarte la enfermedad. Se acordaba de la impresionabilidad extraordinaria, de los terrores nocturnos que avergonzado le había confesado Luis en momentos de expansión. Principió a darle sustos terribles. Tan pronto se escondía detrás de una puerta y le gritaba fuertemente al pasar, como la cogía descuidadamente y la apretaba el cuello.
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