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Actualizado: 25 de junio de 2025


Roger con la mayor presteza y diligencia que pudo tomó la gente más desembarazada y suelta, y fué la vuelta de Tiria para meterse dentro de ella antes del dia. Llegó á ser tan buen tiempo, que los Turcos ni le pudieron descubrir, ni sentir, habiendo caminado treinta y seis millas en diez y siete horas.

Desnúdese vuesa merced y vístase a sus solas y a su modo, como y cuando quisiere, que no habrá quien lo impida, pues dentro de su aposento hallará los vasos necesarios al menester del que duerme a puerta cerrada, porque ninguna natural necesidad le obligue a que la abra.

Gran rumor en la iglesia a la aparición del sacerdote: las mujeres se arrodillan, la mayor parte de los hombres también. En la sacristía se opera un movimiento de concentración hacia la puerta. Don Fermín, dentro del presbiterio, inclinado profundamente, comienza a recitar con voz hueca y oscura las preces de la misa; un niño que tiene al lado le contesta.

Huir, , y no volver a poner los pies en aquella casa ni en parte alguna donde pudiera tener tales encuentros... Salió sin hacer ruido, deslizándose, y al pasar frente a la puerta, miró y la vio allá dentro, al extremo del largo pasillo, que parecía un anteojo. La veía de perfil, la mano en la mejilla, muy pensativa, y Jacinta no la veía a ella.

El notario recogió sus papeles, metiólos dentro de un cartapacio, y con éste bajo el brazo, fué a besar el anillo cardenalicio, y salió de la estancia después de hacer profunda reverencia. En seguida ordenó a su camarero: ¡Que pase el Conde! Don Fabricio de Portinaris rayaba en los cincuenta años.

Esto no procede únicamente de la maestría de la ejecucion, de la habilidad del artista, sino de otro arte más poderoso, más rico, más maestro, más grande; de un arte que está dentro de aquellas concepciones, y que da vida al mármol y al mismo escultor.

La condesa de Onís era dentro de su sexo un tipo tan estrafalario, por lo menos, como su hermano. Bajita, rechoncha, cara redonda y pálida con ojos negros y muertos, el cabello pegado a las sienes con goma de membrillo, vestida constantemente con el hábito morado del Nazareno. Vivía recluida en su palacio como una monja en el convento.

LEONOR. ¡El es; y desea morir cuando su vida es mi vida! ¡Si así me viera afligida por él al cielo pedir!... MANRIQUE, dentro. No llores si a saber llegas que me matan por traidor, que el amarte es mi delito, y en el amor no hay baldón. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor. LEONOR. ¡Que no llore yo, cruel! No sabe cuánto le quiero. ¡Que no llore, cuando muero en mi juventud por él!

Vm. no se puede escapar, dixo á Cunegunda, ni tiene nada que temer, que no fué vm. quien mató á Su Ilustrísima; y fuera de eso el gobernador enamorado no consentirá que la toquen en el pelo de la ropa: con que no hay que menearse. Va luego corriendo á Candido, y le dice: Escápate, hijo mio, si no quieres que dentro de una hora te quemen vivo.

Insensiblemente se dejó arrastrar por un espíritu de desconfianza que acababa de despertarse en él, y dentro de su casa, por una precaución inexplicable, le hacía andar de puntillas como si fuese un ladrón. Sin darse cuenta de ello, se vio junto al cortinaje que cubría la puertecilla por donde entraba doña Manuela todas las noches a la hora de acostarse.

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