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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Un ermitaño, que ha pasado su vida en ejercicios de piedad y prácticas de virtud, cae en las garras del demonio por sus dudas de la misericordia de Dios, y al fin es condenado; al contrario, un criminal cuya existencia ha sido una serie no interrumpida de sangrientos delitos de todo género, alcanza al cabo la gracia divina.

Aquellos nuestros compatriotas, familiarizados con ellos por huir del castigo de sus delitos, sirven de guia unas veces, y otras de verdaderos conductores; á los cuales no solo protejen los indios, sino que á viva fuerza defienden sus personas, si algunas veces perseguidos se acojen á sus toldos, como repetidamente se ha visto y yo lo he experimentado.

Acudieron los nuestros á visitarle, persuadidos á que también á éste como á otros la tribulación le habría abierto los ojos para arrepentirse de su pecado; pero sorprendido de un accidente y sintiendo que se le acababa la vida, llamó á sus parientes y amigos y les dijo: «Verdaderamente, hermanos míos, que soy desgraciado é infeliz, pues por mis delitos pasados estoy condenado á arder para siempre en las penas eternas del infierno.

3 He trabajado llamando, mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. 4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; se han fortalecido mis enemigos, los que me destruyen sin por qué; entonces devolví lo que no hurté. 5 Dios, sabes mi locura; y mis delitos no te son ocultos.

Los falsos delatores, dicen antiguas memorias que fueron castigados, sin que se especifique el castigo, que tal vez no fuera gran cosa, pues entonces los delitos de delación eran cuestión de poca monta para los inquisidores.

Desgarradores fueron los gritos que en aquella ocasión lanzó donna Olimpia, al considerar que se ahogaban sus más bellas esperanzas. Donna Olimpia tuvo, sin embargo, que callarse, porque el corsario, brutal e iracundo, la amenazó con arrojarla también al mar si no se callaba. De lo que ocurrió al día siguiente ya hemos dado cuenta. Ya sabemos cómo el corsario pagó de una vez todos sus delitos.

La ira contenida de Don Carlos se exhala entonces sin freno; intenta matar al duque de Alba, que le es profundamente antipático por el favor que el Rey le dispensa, y su padre, sin embargo, en vez de mostrarse con él justiciero, lo exhorta y aconseja blandamente, hasta que al fin se ve obligado á aprisionarlo para evitar nuevos y mayores delitos.

Es inútil: debo morir... Tengo derecho á que me fusilen... He causado muchos daños... Me horrorizo de misma al recordar todos los delitos consignados en la sentencia... ¡Y aún hay otros que ignoran!... La soledad me ha hecho conocerme tal como soy. ¡Qué vergüenza!... Debo irme: todo lo he perdido... ¿Qué me queda que hacer en el mundo?...

Este Ginés, pues, temeroso de no ser hallado de la justicia, que le buscaba para castigarle de sus infinitas bellaquerías y delitos, que fueron tantos y tales, que él mismo compuso un gran volumen contándolos, determinó pasarse al reino de Aragón y cubrirse el ojo izquierdo, acomodándose al oficio de titerero; que esto y el jugar de manos lo sabía hacer por estremo.

En todo pecado, en todo crimen, en toda tiranía, apenas hay nunca nada de imputable a uno solo. La sociedad entera debe responder de las tonterías del poder cuando da el poder a los tontos, y declararse culpada de los desmanes y delitos de ese mismo poder que la representa y que ella crea, sostiene y aguanta.

Palabra del Dia

neguéis

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