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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Don Lope le replica que no se atreve á concebir estas esperanzas por la gravedad de los delitos, que ha cometido. Don Mendo intenta consolarlo, rogándole que le cuente su historia, prometiendo de nuevo hacer cuanto esté en su mano para inclinar al Rey al perdón.

Cuanto más, que el que es azotado por justicia entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas, que le parece mejor que si le trujese en los pechos, y de los buenos. El toque está en no acabar acoceando el aire en la flor de nuestra juventud y a los primeros delitos; que el mosqueo de las espaldas, ni el apalear el agua en las galeras, no lo estimamos en un cacao.

Por eso determinaron publicar un perdon para los autores de estos delitos, en tanto que los míseros judíos amedrentados con el popular tumulto, i temerosos de las iras de la plebe, no se determinaban á salir á las calles, i ya pensaban en cristianarse para salvar las vidas i haciendas del odio i de la ambicion del pueblo.

-Pues desa manera -dijo su amo-, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables. -Advierta vuestra merced -dijo Sancho- que la justicia, que es el mesmo rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos.

Ha, señor, le dixo el hombre de vara de justicia, aunque hubiera vm. cometido todos los delitos imaginables, seria el mas hombre de bien de este mundo. ¡Tres diamantes de tres mil duros cada uno! La vida perderia yo por vm., para lue le lleve á un calabozo.

En la corte es muy fácil hacer caer sobre una persona los delitos de otra; Calderón ha sido vuestro favorito y aún lo es, al menos para todo el mundo, que ve que en vuestra casa le tenéis, que en vuestra casa le curáis.

Miguel Piña, pasamanero, natural y vecino de la Villa de Felanitx en este Reino, de edad de veinte y seis años cuando fue preso por este Santo Oficio en el año pasado de 1678 por delitos de judaismo.

Al principio la población humana había estado representada por las bandas de indios que vivaqueaban en las orillas de los ríos y por fugitivos de Chile ó la Argentina, lanzados á través de las tierras salvajes para huir de los delitos que dejaban á sus espaldas.

Gisbert de Rocafort siguió la misma fortuna que su hermano, pero según se colige de los historiadores de aquellos tiempos, no procedió tan disolutamente como él, aunque fué participante y compañero en muchos de sus delitos, y particularmente en la de Berenguer, y quiza por no tener el lugar de su hermano fué menos notado, porque los vicios se descubren mas en la mayor fortuna.

Al frente de ellos, como portaórdenes de la doctora, figuraba Karl, el escribiente que Ferragut había visto en el caserón del barrio de Chiaia. Este hombre, á pesar de su aspecto meloso, tenía en su historia varios delitos de sangre. Era un digno capataz del grupo de aventureros enardecidos por el entusiasmo patriótico que se reunía todas las tardes en cierto café del puerto.

Palabra del Dia

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