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Actualizado: 10 de octubre de 2025
La situación no era para menos. Cada dos o tres noches se realizaba algún robo de magnitud, y según los cronistas de esos tiempos, tales delitos salían, en la forma, de las prácticas hasta entonces usadas por los discípulos de Caco.
Así, por ejemplo, el pregonero desde el balcón de las Casas Consistoriales lee en voz alta la sentencia que condena a Jesús a muerte afrentosa en una cruz, y entre dos ladrones, por enemigo del César y por otros muchos delitos. El predicador exclama entonces: Calla, falso pregonero; calla, viperina lengua, y oye la voz del ángel, que dice....
Siempre se procura que en las cárceles no se detengan presos, sino aquellos procesados por delitos capitales, o a los que se desertan con frecuencia, y a los demás se les aplica la pena, luego que se justifica el delito, y se ponen en libertad, porque las cárceles son poco seguras, y los que las tienen a su cargo muy descuidados; y así se les van a menudo los presos sin que baste el castigar a los cuidadores.
Las memorias sevillanas y las notas recogidas por diligentes curiosos, consignan entre las muchas ejecuciones algunas que por la calidad de los reos, los delitos que cometieron y otras diversas circunstancias salieron de lo corriente y llamaron poderosamente la atención. Tal ocurre con algunos que voy á recordar y que bien merece recogerse en estos apuntes sevillanos.
¿Cómo explicar de otro modo decía ufano el parlante el robo de esta joya? Unos conjurados no piensan en robar; ¿qué tienen que ver aquí alzaba la voz, vanaglorioso con la distinción los delitos comunes con los políticos?
Cuando Zaldumbide se encontraba alegre y con ganas de pasar el rato, pegaba él mismo; cuando estaba displicente, pegaba Demóstenes el negro, un marinero que con frecuencia hacía de verdugo. Para los delitos de robo, Zaldumbide empleaba el cepo y la barra. En el fondo, el capitán era más egoísta y avaro que cruel. Su única preocupación era reunir dinero. Debía de ganar mucho.
Por todo lo cual el dicho Luís Sánchez no puede ni debe ser recibido al dicho oficio de secutor, porque lo pretende para hacer cosas no debidas é cometer delitos.
Los detenidos por el resello de monedas, hasta diecisiete, escaparon todos, desperdigándose por la ciudad, y otras de varios delitos salieron con ellos, sin que fuera posible nunca más echarles el guante, pues bien procuraron huir de las garras de alguaciles y tropas.
Con la alegría de verle, no fue la severidad de Isidora tan grande como cumplía, y le perdonó. Tenía Mariano entre sus maldades, desarrolladas por el abandono, algunas cosas buenas, y la cualidad mejor era la franqueza con que confesaba sus delitos sin ocultar nada, ni dorarlos con comentarios artificiosos para hacerlos pasar por donaires.
Tal creyó Bermúdez de Castro , y de creer es que Gaspar Burces, como cualquiera otro de los que amagaron á la vida del prófugo, obedecían al interés del lucro combinado con el de hacerse perdonar delitos propios, mientras que la credulidad resiste cuentos como el de la hermosaza, galanaza, gentilaza, muy dama, que, perdida de amor, vino á confesar á Pérez la celada que le tendían , ó los más cautelosos en que atribuye el interesado á D. Juan de Idiáquez y al Rey los intentos de borrarle de la lista de los vivos, por mayor realce de aquellos relatos de persecución nunca vista, de infortunios sin igual en monstruo de la fortuna, que le servían de pasaporte y bordón de peregrino.
Palabra del Dia
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