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Actualizado: 27 de julio de 2025


No dejes de escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero, ¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo. De mi padre que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de las que me trae la última carta de Millán.

Su vida se deslizaría en la monotonía del trabajo diario y del negro cuidado de la existencia, más negro todavía cuando estuviese sola. Y, en un impulso de ternura inquieta, que asustaba a la descuidada criolla, la besaba locamente repitiendo: ¡Oh! querida mía, no me dejes, no me dejes jamás...

Ansí que, mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico. Y será necesario que me dejes algunas hilas para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos. -Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo.

1 Oíd, hijos, el castigo del padre; y estad atentos para que sepáis inteligencia. 2 Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. 3 Porque yo fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. 5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; 6 no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará.

Duéleme el mal que te hago, pero yo no quiero que se burle nadie de ti... Reflexiona sobre todo esto y, créeme, no te dejes engañar ni por las coqueterías de la señora Liénard, ni por los halagos del señor Delaberge... Simón se desprendió de los brazos de su madre y se alejó rápidamente.

Jacobo escuchaba estupefacto la extraña salida de Diógenes, que pronunciaba su arenga babeando la ancha bocaza, dando golpes, ora en su propio pecho, ora en la mesa. ¿Y a qué viene todo eso? preguntó al fin Jacobo. ¿A qué?... A que dejes tranquila a tu mujer, porque sólo con pensar en ella la manchas.

Volveré si quieres... pero... mejor te acostabas pronto. Mañana vendré temprano. Te advierto que no te he dicho que . Bueno, bueno... adiós. Espera, espera... no me dejes solo... todavía. No te he dicho que ; tal vez... lo piense más y... me decida por seguir el camino opuesto. Pero por de pronto, Víctor, prudencia, disimulo.... Es decir, si no quieres exponerte a una desgracia.

No me atrevo a pedirte que dejes de asistir al baile aunque eso sería lo más conveniente, porque dirías que te pido demasiado... Pero te ruego que no bailes, sobre todo el vals... No es que estés enferma; pero te veo tan nerviosa y agitada que no puedo permitir que te entregues a un ejercicio que habría de exacerbar tu excitación. ¿Conque, me lo prometes, Magdalena? Di, hija mía.

La prueba de ello, si no te basta mi palabra, la hallarás en mi testamento, hecho a las puertas de la muerte, cuando el primer ataque de esta perra enfermedad... Te repito que me dejes hablar a solo hasta que se acabe todo lo que quiero decirte.

Ya sabes que me caso pronto. Le di lo que me pedía. Señor Poenco, ¿dónde está Pepilla? Ha ido a confesar y está haciendo penitencia. ¡A confesar! ¿Tu hija se confiesa? No la dejes acercarse a ningún fraile. Ya sabes que los frailes son <i>unos animales viles y despreciables que viven en la ociosidad y holganza en una especie de café-fondas donde se entregan a todo género de placeres...</i>

Palabra del Dia

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