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Actualizado: 5 de mayo de 2025


No son ladrones los que yo quisiera perseguir, sino á ciertos sujetos que hacen el daño sin interés, sólo por capricho ó por fachenda. Pues ve tras ellos y buenas noches, que yo no puedo detenerme dijo Velázquez con voz ya levemente alterada, tratando de alejarse. Pero el mozo se le interpuso nuevamente, diciendo con resolución: Dejémonos de guasa, señor Pedro. ¿Va usted á ver á Mercedes?

Y no sería bien que ahora, que está llamando a nuestra puerta, se la cerremos; dejémonos llevar deste viento favorable que nos sopla. ¿No te parece, animalia -prosiguió Sancho-, que será bien dar con mi cuerpo en algún gobierno provechoso que nos saque el pie del lodo?

Después te quejarás de que mi discurso ha durado más de lo convenido, y te creerás con derecho para hacerme objeto de tus reproches. No temas, Felipe; me acordaré de que eres abogado. Ea, dejémonos de bromas y hablemos en serio porque el asunto es grave. ¡Muy bien! Mírame repuso Amaury, afirmando los codos sobre el lecho con seriedad afectada. ¿Qué te parece? ¿Estoy bien de este modo?

En cuanto a Leocadia, veré si consigo la protección de estas santas mujeres... El Señor no nos abandonará... Diga Vd. a mi hermano que lo que hace no tiene perdón de Dios. ¡Este es el resultado de sus ideas y de su falta de creencias! Dejémonos de recriminaciones, y vamos a ver si la buena voluntad de todos enmienda los yerros pasados. ¿Cree Vd. que pueda ponerse aún remedio al mal?

-Poco tengo yo que ver en eso -respondió el ventero-; págueseme lo que se me debe, y dejémonos de cuentos ni de caballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que con cobrar mi hacienda. -Vos sois un sandio y mal hostalero -respondió don Quijote.

No puede verme sin reírse... Así empiezan, según opinión general, las grandes pasiones; y el amigo Ojeda, si no estuviese ciego, como todos los enamorados, debería mirarme con cuidado... Pero dejémonos de pompas y vanidades y atendamos a nuestros amigos. Allí viene uno... Buenos días, monsieur.

La estudianta es Inés, hija como usted sabe... dejémonos de misterios... hija de la buena pieza de mi parienta la condesa y de un estudiantillo llamado D. Luis. He querido sacar algún partido de esa infeliz; pero no es posible. Su liviana condición la hace incapaz de toda enmienda. Vale bien poco. ¿Es cierto que la sacó usted de casa? , señora. La saqué para llevarla al lado de su madre.

Me acuerdo del abrazo de Vergara, y ¡porra!... No te apures, compadre, que ya nos la pagarán. ¡Ay, ay, ay! mutilá Chapelen gorriá. Y se puso a cantar roncamente el himno carlista; pero interrumpiéndose de pronto: ¡Eh, tío Diego, a cantar! Dejémonos ahora de lágrimas... En efecto, su amigo lloraba en aquel momento lágrimas como avellanas, recordando la traición de Vergara.

Palabra del Dia

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