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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Tuya para siempre. Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas, seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la voluntad del otro.

Lo cierto es, que las novelas más populares, las que se han vendido más en el mundo en estos últimos años, las que han tenido en apariencia al menos, mayor influjo en los sucesos políticos y sociales, no se han escrito en París, ni siguiendo la moda de París, sino poniéndose en determinada e impetuosa corriente de la opinión, dejándose arrebatar por ella, acrecentando su brío y extendiendo más su acción sobre el espíritu humano.

Si por un prodigio del cielo era Byron aquel hombre, había vuelto sin dudas al mundo dejándose en Nottingham su genio y su cojera, y trayéndose tan sólo la hermosura de sus veinticinco años y los vicios de toda su vida.

Marcelo Valdés, dejándose llevar por su brillante imaginación de novelista, había zurcido y fraguado luego toda su «novela de malas costumbres», alrededor de las tres personalidades de monsieur Jaccotot, su mujer y su hija. La trilogía era completa: Monsieur, Madame et Bébé! Con verdadero ingenio, su ensayo no carecía de gracia y humorismo.

Prueba de ello es el continuo desvelo con que esta potencia se ha dedicado á indagar la situacion de los puertos, costas y ensenadas de nuestra América meridional, y los viages que prácticaron al mar pacífico los piratas Francisco Drake, el año de 1579, entrando al puerto de Valparaiso; Tomas Candish, ó Cavendish, el de 1587, dejándose ver en la isla de Santa Maria y Valparaiso; Ricardo Achines en el de 1593; Oliver de Noort el de 1599; Jorge Spilberg en el de 1615, con seis navios; Jacobo Lemaire, Guillermo Schouten y Guillermo Fiten el de 1616; Henrique Beaut, que el de 1633 con una escuadra considerable salió de Pernambuco, y entró en el mar del sur; por el estrecho de Lemaire.

Finalmente, Sancho se quedó dormido al pie de un alcornoque, y don Quijote dormitando al de una robusta encina; pero, poco espacio de tiempo había pasado, cuando le despertó un ruido que sintió a sus espaldas, y, levantándose con sobresalto, se puso a mirar y a escuchar de dónde el ruido procedía, y vio que eran dos hombres a caballo, y que el uno, dejándose derribar de la silla, dijo al otro: -Apéate, amigo, y quita los frenos a los caballos, que, a mi parecer, este sitio abunda de yerba para ellos, y del silencio y soledad que han menester mis amorosos pensamientos.

Pese a su temperamento calculador y enemigo del escándalo, Baltasar cedía a la vehemente codicia del aromático veguero, hasta el punto de acompañar en público a la muchacha, si bien concretándose a aquel rincón apartado de la ciudad. Hacíalo, sin embargo, con tales restricciones, que Amparo se figuraba que lo comprometía dejándose ver a su lado.

En nuestros días, el hombre necesita trabajar, dejándose de conjuros y encantamientos, para conquistar el oro y otros metales que duermen en las rocas. Los preciosos fragmentos son raros, hállanse impuros y mezclados con tierra, y la mayor parte de ellos no alcanzan brillo y valor sino después de afinados en el horno. #El origen de la montaña#

Tal era el cacique don Andrés Rubio, inclinado a admirar todo lo bello y candoroso. ¿Cómo, pues, no había de admirar también a Juanita, dejándose llevar de su irreflexiva admiración a modo de quien se desliza y cae sin sentir por un suave declive? Era ya a mediados del mes de enero, y hacía todo el frío que puede hacer en aquel clima tan benigno.

Con una mezcla de envidia y de inconsciente interés, contemplaba Delaberge a ese joven robusto, bien tallado, de mirada profunda y franca, de maneras simples y correctas, y pensaba aun sin quererlo: «He aquí un muchacho del que me gustaría ser padre». Después, dejándose llevar por la pendiente de sus ensueños matrimoniales, añadía para : «Todavía puedo tener hijos, no he de perder la esperanza; no falta sino la mujer, y yo de una, no lejos de aquí, con la que me casaría de buena gana...»

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