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Actualizado: 10 de junio de 2025
En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della.
No le volveré a ver decía Juanita. ¡Pero si al menos viera al pobre Gerardo!... moriría contenta, y llevaría a mi amado Carlos la bendición de su anciano padre. Ten paciencia decíale Isabel; él volverá, estoy convencida de ello; sobre todo, si ignora la muerte de su hijo. ¿No debe verle todos los años? Por lograr este anhelo, vendrá donde tú estás... ¡seguro de encontrarle!...
Más me fío en usted que en el ama decíale Nucha confidencialmente, desahogando unos secretos celos maternales . El ama es incapaz de sacramentos.... Figúrese usted que para hacerse la raya al peinarse apoya el peine en la barbilla y lo va subiendo por la boca y la nariz hasta que acierta con la mitad de la frente; de otro modo no sabe.... Me he empeñado en que no coma con los dedos, y ¿qué conseguí?
Yo le dije que si se las había visto él, y díjome que no había hecho tal por las órdenes que tenía, pero que iban en profecía los conceptos. Yo confieso la verdad, que aunque me holgaba de oírle, tuve miedo a tantos versos malos, y así, comencé a echar la plática a otras cosas. Decíale que veía liebres, y él saltaba: -Pues empezaré por uno donde la comparo a ese animal.
Y cuando al día siguiente le veía en casa de Jacoba, decíale abrazándole muerta de risa: ¡Cómo te he puesto ayer, querido mío, delante de varios amigos de D. Juan! ¡Tú no sabes!... Saliste de mis labios que ni con pinzas se te podía recoger. Vivía el conde, por todo esto, y por los remordimientos que sin cesar le mordían, en un estado de perpetua agitación. ¡Cuán lejos se hallaba de ser feliz!
Mientras silbaba una marcha militar, se puso a vestirse con una especie de compunción, meditando sobre una arruga del dormán como si se tratase de un asunto de importancia, contrariado por una gota de agua que alteraba el lustre inmaculado de las botas y afilando dos veces la navaja de afeitar para más seguridad. ¿Está contento mi coronel? decíale su tía.
Decíale su buen sentido que, a ceder a sus íntimos sentimientos, concertaba un matrimonio de amor, corría el casi seguro riesgo de perder con las buenas gracias de su tía la fundada esperanza de su rica sucesión, y, en consecuencia, podría caer en estado de muy precaria fortuna, mensajera de duros sacrificios; no era un niño; sabía lo que cuesta el vivir; conocía de memoria cuán caras son las distracciones en la alta sociedad parisiense; caballos, teatros, lujo; sería necesario, pues, renunciar a todo eso, y lo que es peor aún, imponer a aquella que iba a ser su mujer privaciones idénticas.
Pero, tía: decíale yo recuerde usted que a mi llegada, hablando de Angelina, me dijo usted: «yo te diré».... ¡Para qué! contestaba. Es una historia muy triste.... No me causaba extrañeza la singular discreción de mis tías. Así fueron siempre todos los de la familia. De ciertas cosas no se hablaba en mi casa. Esta reserva les fué perjudicial en ciertas ocasiones.
Palabra del Dia
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