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Actualizado: 22 de mayo de 2025
»Contando con la buena amistad de usted, me atrevo á anticiparle las gracias por lo que en obsequio de mi recomendado haga, que será, desde luego, uno de los buenos servicios entre los muchos que ya le debe su afectísimo amigo y seguro servidor Damián de la Fuente.»
El espejo del mundo, de Luis Vélez de Guevara. La noche toledana, de Lope de Vega. La tragedia de Doña Inés de Castro, del licenciado Mexía de la Cerda. Las mudanzas de fortuna y sucesos de Don Beltrán de Aragón, de Lope de Vega. La privanza y caída de Don Alvaro de Luna, de Damián Salustrio del Poyo, vecino de la ciudad de Sevilla.
En cambio, había en la casa donde vivían, gentes, peor enteradas o menos maliciosas, para quienes nada pecaminoso manchaba aquellas amistades, las cuales explicaban diciendo que Luis y Genoveva eran dueños de una cerería; que Casilda y Damián eran exageradamente devotos, tanto, que gastaban mucho dinero en alumbrar los altares, y finalmente, que de esta suerte, unos a fuerza de vender y otros de comprar cirios y velas, llegaron a ser amigos íntimos.
Con la conducta observada por D. Juan Santiago y por su sucesor D. Damián de Esplana, que con decisivo tesón continuó en la obra de reducción, se pudo ir asegurando la tranquilidad en las islas, en las cuales fueron construyéndose iglesias y casas de instrucción, habiéndolas en gran número de pueblos, cuando llegó á Agaña en Junio de 1676 el navío San Antonio, conduciendo á su bordo al capitán D. Francisco de Irrisari, primer Gobernador de Real nombramiento de las islas Marianas.
Damián asomó discretamente la cabeza, preguntando si el señor marqués no iba a levantarse, porque el agua caliente se enfriaba. Allá voy..., allá voy respondió Jacobo.
Larga fué la vida del doctor Juan de Salinas, que llegó hasta edad de ochenta y tres años, falleciendo el 5 de Enero de 1642, en el citado hospital de San Cosme y San Damián, donde continuaba ejerciendo el cargo de administrador. Salinas fué enterrado por el clero de Santa Catalina en el convento de monjas de los Reyes.
Currita convidó a comer a Martínez y a Jacobo, y ambos aceptaron; mas este quiso llegar antes a su casa para quitarse el uniforme. En la bandeja destinada en la antesala a recibir las tarjetas y las cartas, vio un gran oficio entrelargo y lo recogió al paso, mientras le quitaba Damián la blanca capa de santiaguista, con la roja cruz en el lado izquierdo.
Creció en edad, y la idea de irse á América fué el tema de todas sus ilusiones; y tanto y tanto insistió en su proyecto, que su familia comenzó á deliberar sobre él muy seriamente. Un día fueron tío Nardo y su mujer á consultarlo con don Damián, indiano muy rico de aquellas inmediaciones, y de quien ya hemos oído hablar.
El día en que presentamos la escena á nuestros lectores era el último que Andrés debía pasar bajo el techo paterno: le había destinado á despedidas, y ya tuvimos el gusto de ver el resultado que le dió la de don Damián; día que, dicho sea inter nos, había costado muchas lágrimas á la pobre madre, á escondidas de su familia, pues no podía resignarse con calma á ver aquel pedazo de sus entrañas arrojado tan joven á merced de la suerte, y tan lejos de su protección.
Además, don Damián había ido á América muy bien recomendado y con una educación bastante más esmerada que la que llevan ordinariamente á aquellas envidiadas regiones los pobres montañeses.
Palabra del Dia
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