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Actualizado: 5 de junio de 2025
Señalando al pueblo y luego a la torre y sus accesorias, y deteniendo al mismo tiempo su caballo, me dijo Neluco: Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de hoy. Después tendió la vista por el esplendente panorama del valle, y fue dándome sobre él todas las noticias que me había dado Chisco, y otras muchas más.
¡Bah! tontuela, nadie juzga a usted así me dijo con bondad la de Ribert. No llore usted más, no sea niña... Tranquilízate añadió Genoveva enjugándose los ojos, muy encarnados. Te lo ruego; me das pena... Al fin logré dominarme y me decidí a guardarme el pañuelo en el bolsillo. Vamos, ¿se acabó la pena? me preguntó amablemente la de Ribert dándome un beso.
En resolución, dándome cuatrocientos escudos de oro y abrazando a mi mujer con tiernas lágrimas, se partió, dejándonos admirados de su discreción, valor, hermosura y recato. Costanza se crió en el aldea dos años y luego la truje conmigo, y siempre la he traído en hábito de labradora, como su madre me lo dejó mandado.
"Y no quieren ver en sus casas hombres virtuosos; antes los aborrescen y tienen en poco y llaman nescios, y que no son personas de negocios ni con quien el señor se puede descuidar. Y con éstos los astutos usan, como digo, el día de hoy, de lo que yo usaría; mas no quiere mi ventura que le halle." Desta manera lamentaba también su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa.
Finalmente, después de medio año largo, si es que puede haber un medio año más largo que otro, se restituyó mi recomendado a su patria maldiciendo de esta tierra, y dándome la razón que yo ya antes me tenía, y llevando al extranjero noticias excelentes de nuestras costumbres, diciendo, sobre todo, que en seis meses no había podido hacer otra cosa sino volver siempre mañana, y que a la vuelta de tanto mañana, enteramente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse.
«Estas cosas hay que hacerlas así, iba pensando por la calle. Si vacilo, si me estoy días y días dándome jaqueca con la idea de que esto es un crimen... a lo mejor viene el trueno gordo, D. Benito se cansa de esperar, Nepomuceno se entera del caso y... primero morir; cien veces la muerte y el infierno. A pagar, a pagar. ¿No quería secreto el señor cura? Pues ya verá qué secreto.
Yo, en cambio, me le representaba galán, enamorado, olvidando a Dios por mí, consagrándome su vida, dándome su alma, siendo mi apoyo, mi sostén, mi dulce compañero. Yo anhelaba cometer un robo sacrílego. Soñaba con robársele a Dios y a su templo, como el ladrón, enemigo del cielo, que roba la joya más rica de la venerada Custodia.
¡Bienvenido, primo mío! exclamó acercándose y dándome una palmada en el hombro, sin cesar de reírse. Muy disculpable es mi sorpresa, porque no todos los días ve un hombre su propia imagen contemplándole frente a frente. ¿Verdad, señores? Espero no haber incurrido en el desagrado de Vuestra Majestad... comencé a decir. ¡No, a fe mía!
Poco después, el señor don Alejandro, que siempre me había distinguido y honrado con su amistad, quiso honrarme y favorecerme nuevamente dándome plenos poderes para administrarle sus haciendas de aquí, que no son pocas.
Palabra del Dia
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