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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Encontramos á la parte del N una laguna grande, cuyas aguas, aunque en pequeña copia, se entran en el rio. A la parte del N encontramos cinco rancherias desiertas. Paramos esta noche en una península: anduvimos este dia 15 leguas. La sonda en la playa es de seis cuartas; lo demas del rio, de mas de tres varas: sus márgenes todo campos y sauzales.

No hay duda ninguna de que todos los buenos escritores, cuyas obras forman la aurora del hermoso día del reinado de Luis XIV, estudiaron á los castellanos, siguiendo su escuela, y sólo á ellos. Voltaire, Benserade, etc., eran, por decirlo así, más españoles que franceses.

Por cuyas razones contempla, y con bastante fundamento, que la poblacion se haga y verifique en la costa, en que ademas sus vecinos podrán disfrutar del beneficio del pege y marisco.

El humo del Mayon revela que los gigantescos cíclopes de los oscuros antros vigilan al pie de hirvientes lagos las enrojecidas montañas de candentes bloques, cuyas monstruosas y desiguales masas son azotadas de continuo por abrasados torrentes de cenizas y escorias.

El señor iba de caza como otras veces, pero ¡ay! tomaba el sendero de la montaña, iba hacia el bosque de pinos, en una de cuyas calvas estaba la herrería.

Con estas noticias coinciden las que da el P. Zaragoza, el cual dice, «existen vestigios de ocho calles subterráneas descubiertas en varios tiempos, unas cavadas en la tierra, otras formadas de piedra y cal, algunas con arcos y bóvedas, y una sostenida de columnas parecidas á las que se ven en la iglesia subterránea de Santa Engracia, de cuyas calles hay tres que paran en el cementerio, y otras tres cuyas minas terminaban en la capilla del Pilar», lo que tambien supone de las otras cuya direccion no pudo averiguarse.

Hay otro hombre de cuyos labios estoy pendiente cuando habla, cuyo talento me asombra, cuya superioridad intelectual me subyuga, cuyas virtudes me llenan de maravilla y de entusiasmo, cuyo fondo de bondad altísima percibo claramente allá en las profundidades de su corazón, y ya sabes mi enojo, mi repugnancia a que se piense que ni un solo instante puedan confundirse con algo parecido al amor los sentimientos que ese hombre me inspira y que yo le inspiro sin duda.

Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamas temblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar; el otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas si se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata; poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego; y tras ellos iban presentándose los demás, hasta siete: Favara, Robella, Tormos y Mestalla.

En Alar terminaron las llanuras de la Vieja Castilla, limitadas por los primeros estribos de las montañas que continuán los Pirineos, llamadas «montañas de Búrgos» y tambien «montes de ReinosaEl suelo es desde aquel punto sumamente variado y pintoresco, sembrado de verdes y redondas colinas, y surcado de numerosos riachuelos cristalinos á cuyas orillas hay un cultivo esmerado.

Detúvose Materne al salir del bosque, y dijo a sus hijos: Voy a bajar a la aldea para ver a Dubreuil, el posadero de La Piña. Y señalaba con el palo una amplia construcción blanca, cuyas ventanas, así como la puerta, se hallaban rodeadas de una franja amarilla, viéndose colgada de la pared una rama de pino a guisa de muestra.

Palabra del Dia

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