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Actualizado: 22 de mayo de 2025


De nuevo los enhiestos cocoteros, lisos en su tronco coronado por la diadema de apiñados frutos; el banano, cuyas ramas ceden al grave peso del racimo; el frondoso caracolí, cubriendo con su ramaje dilatado, el mundo anónimo que crece a sus pies, se ampara de él y duerme tranquilo a su sombra, como las humildes aldeas bajo la guarda del castillo feudal que clava la garra de sus cimientos en la roca y resiste inmutable al empujo de los hombres y al embate del huracán!

Constituía el final de la excursión una bonita aunque pequeña quinta recientemente blanqueada, y que se destacaba en agradable contraste sobre un grupo de pinos, algunas de cuyas primeras filas habían arrancado para dar lugar al muro que rodeaba un simétrico jardinito.

Y es que, desde que pasó la Edad Media, ya no constituyen aldeas y castillo un mundo aparte: voluntariamente ó por fuerza, han entrado en otro más grande, en una sociedad cuyas luchas tienen mayor amplitud, en que los progresos tienen mucho mayor alcance.

El peligro era inminente; hallábase una de las ruedas traseras fuera del camino, sostenida sobre el precipicio tan sólo por el tronco de un roble inclinado, cuyas raíces se sentían crujir y ceder a cada momento, arrancando grandes pelotones de tierra... Un instante perdido, un solo movimiento de cualquiera de los espantados brutos, y coche, caballos y viajeros rodarían por el alto repecho de la cuesta, haciéndose trizas.

A fin de justificar el nombre, sin duda, corrían por todos sus calados balaústres airosos festones de rosal enredadera, al extremo de cuyas ramas oscilaban las cabecitas lánguidas de las últimas rosas de la estación.

D. Alonso de Aguilar, resentido de que le hubiesen hecho entregar á su enemigo el conde de Cabra los alcázares y fortalezas de la ciudad, y al conde de Alcaudete la Carrahola, sin cuyas defensas era poco seguro su predominio en Córdoba, ideó el modo de recuperarlas, y le salió bien, porque habiéndose apoderado traidoramente de la persona del mariscal D. Diego Fernandez de Córdoba, el conde de Cabra y sus parciales, amigos de este, se vieron precisados á abandonárselas como precio de su rescate.

Los lamelibranquios aparecen representados en los mares filipinos por multitud de especies, siendo entre éstas las más notables el tridacuagigas ó taclovo, cuyos valvus alcanzan hasta un metro de longitud, no bajando su peso de 100 kilogramos, y sirven, una vez extraída de ellos su exquisita y alimenticia carne, de pilas bautismales para las iglesias; la placuna, placenta, que vive en el cieno, á la entrada de los ríos, sin adherirse á parte alguna, y cuyas vulvos, reducidas á láminas de dos pulgadas en cuadro planas y transparentes, empléanse en las ventanas y miradores de Filipinas en vez de cristales, toda vez que ofrecen sobre éstos la ventaja de amortiguar la pureza del sol, consintiendo el paso de una luz bastante clara.

La última comedia mencionada, por ejemplo, cuyo argumento es la historia de los infantes de Lara y su sangrienta muerte; después El conde Fernán González, en la cual aparece el famoso héroe nacional castellano, celebrado ya en la epopeya del siglo XIV, y los dos, cuyo protagonista es Bernardo del Carpio, á saber El casamiento en la muerte y Las mocedades de Bernardo del Carpio, se ajustan estrechamente á antiguos romances, que se conservan, cuyas palabras se copian á veces en ellos.

En la orilla opuesta se alzaba el convento de los Remedios, con su corona de cipreses, cuyas elevadas copas se erguían soberbias, sin echar de ver que el edificio se estaba abriendo en hondas grietas, como una planta abandonada se marchita cuando no hay una mano que la riegue.

Dícese en ella lo siguiente: Es más fácil que se tope En el mundo á cada paso Un Plauto, un Virgilio, un Tasso, Que en muchos siglos un Lope. Habrá escrito novecientas Comedias... de cuyas palabras se deduce, que las comedias de Lope, en el año de 1620, ascendían á más de novecientas.

Palabra del Dia

bagani

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