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Actualizado: 20 de junio de 2025


Cinco dedos tengo en cada mano como él y una buena herramienta en el bolsillo... Que cuide de asegurarme, porque si no, esas malas tripas que tiene se las echo todas fuera de una vez. Gozó todavía un rato del susto de su querida, que muy acongojada trataba de persuadirle á que pasase allí la noche, y al cabo se despidió.

Después de la victoria alcanzada, hubiéramos sido muy felices teniendo aquí a mi hijo, y recibiendo a la prometida esposa que con mis primas debe de llegar aquí esta noche... ¿No ha llegado? Cuide usted, D. Paco, de que nada les falte. ¿Está todo preparado, las camas, la cena, las habitaciones? Niñas, ¿qué hacéis ahí mano sobre mano?

Salíme de casa; entretúveme a ver mi tierra toda la tarde, pasé por la casa de Cabra, tuve nueva de que ya era muerto, y no cuidé de preguntar de qué sabiendo que hay hambre en el mundo. Torné a casa a la noche, habiendo pasado cuatro horas, y hallé al uno despierto y que andaba a gatas por el aposento buscando la puerta, y diciendo que se les había perdido la casa.

No quiero que nadie me enseñe; yo aprenderé lo que mejor me parezca y me buscaré maestros; ni que nadie me cuide, que yo me cuidaré; ni que nadie me abra caminos, que yo me asociaré para abrirlos con quien se me antoje.

No es necesario que don Diego sepa que yo soy libre mientras él aún continúa encadenado. Evitemos a nuestros amigos disgustos demasiado crueles. Sobre todo, no le diga usted que el luto me embellece. »Cuide bien a la persona a la cual se ha dedicado usted. Pase lo que pase, tendrá el mérito de haberla hecho vivir más de lo que era humanamente posible.

El secretario cogió un librote, lo hojeó y dijo: Tenemos en el almacén un antiguo notario condenado á veinte años por haber arruinado un pueblo entero de provincia... Nos presta muy buenos servicios... Aquí, en el hospital, hay un médico condenado á perpetuidad por haber envenenado á su querida... Estuvo admirable, hace poco tiempo, cuando la epidemia de viruela: sin su abnegación, no cómo hubiéramos salido del paso... Yo no quiero que me cuide otro médico cuando esté malo... Y la familia del gobernador forma parte de su clientela...

Jacinta se inclinó un poco hacia él, abriendo su abanico sobre las rodillas, y le dijo en tono muy cariñoso: «Amigo mío, es preciso que usted se cuide, y mire más por su salud. Esta tarde nos encontramos a Moreno Rubio en casa de Amalia, y me dijo que lo que usted padece no es nada; pero que si se descuida y no hace lo que él le manda, lo va a pasar mal.

No quiero ponderar aquí la devoción, la dulzura y el incesante desvelo con que cuidé de mi D. Joaquín durante su larga enfermedad hasta el día de su muerte. Piadosamente cerré sus ojos, y no por carencia de dolor, sino por vigor y constancia de ánimo, quise y pude amortajarle.

Además, no es gran cosa lo que le pido a usted: un ataúd largo costará unos tres rublos más que un ataúd corto. Ya he sacado la cuenta. Pero es preciso que alguien se cuide de eso. ¿Usted me lo promete? ¡, señora! Cuente usted conmigo. Haré una colecta entre los enfermos y se le construirá a usted un mausoleo en el cementerio. Muy bien. Un mausoleo; me parece muy bien.

Cuéntame qué ha sido, ¿quién ha sido? ¿Y tu niño, nuestro niño, dónde está? ¿Te lo quitaron?... Llame usted al médico indicó Plácido con ira . ¿Dónde vive? Yo le avisaré... Y no se cuide del niño, que está mejor que quiere, y nada le falta. ¿Pero dónde está?... D. Plácido, D. Plácido exclamó Segunda, descompuesta y furiosa ; me parece que va usted a ir al palo... Voy a dar parte a la justicia.

Palabra del Dia

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