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Actualizado: 20 de junio de 2025


Cuando llegamos a casa, al tiempo de separarnos, la hermana San Sulpicio me dijo: Oiga: ¿podría proporcionarme esa novela de que me hablaba? ¿La de Maximina? : pediré permiso a la superiora y al confesor para leerla. Creo que me lo concederán... Y si no me lo conceden, la leeré de todos modos, aunque me cueste una severa penitencia.

Tal es la obra que nos queda por realizar en la República Argentina. Puede ser que tantos bienes no se obtengan de pronto, y que después de una subversión tan radical como la que ha obrado Rosas, cueste todavía un año o más de oscilaciones el hacer entrar a la sociedad en sus verdaderos quicios.

En tanto que esto pasaba, estaba la gitana vieja considerando grandes, muchas y diversas cosas, y al cabo de toda esta suspensión e imaginación, dijo: Espérenme vuesas mercedes, señores míos, un poco; que yo haré que estos llantos se conviertan en risa, aunque a me cueste la vida. Y así, con ligero paso se salió de donde estaba, dejando a los presentes confusos con lo que dicho había.

Mi marido le quiere mucho... y yo también, no vaya usted a creer... En medio de todo es un buen sujeto, y hace veinticuatro años que entra en casa; pero hay que decir la verdad aunque cueste trabajo: el pobre señor tiene la desgracia de no fijarse..., de no fijarse poco ni mucho. Exacto, exacto. Don Máximo carece, a mi juicio, de las dotes de observación indispensables para el arte que ejercita.

Cuando alguna vez le decía don Mateo, que pasaba siempre en su tienda algunas horas: Severino, ¿vamos a preparar algo para la víspera de San Antonio? ¡Para qué, don Mateo, para qué! respondía el tendero con desaliento. Una iluminacioncita de doscientos faroles nada más, un globo y algunos cohetes. ¿Quiere usted que nos cueste a nosotros el dinero como la fiesta de Santa Engracia?

y, según esto, mucha razón tiene este señor en decir que quiere más ser más labrador que rey, si le han de comer sabandijas. No pudo la duquesa tener la risa, oyendo la simplicidad de su dueña, ni dejó de admirarse en oír las razones y refranes de Sancho, a quien dijo: -Ya sabe el buen Sancho que lo que una vez promete un caballero procura cumplirlo, aunque le cueste la vida.

Las ayudo cuanto puedo, pero ya comprenderás que no les doy mucho; los tiempos están malos; no se paga un peso.... Sin embargo, si quieres, haremos un esfuerzo, cueste lo que costare. ¿Tienes que estudiar mucho todavía? Pues si no es mucho, si no es mucho alcanzará. ¡Aunque me quede sin nada! ¡Al fin, para lo que yo he de vivir! Al fin no hago más que pagar lo que a los amos les debo....

Paciencia, padre: la misericordia de Dios es infinita. Yoduro de potasio, cueste lo que cueste; mucho yoduro añadió Pepe. Durante la mañana toda la familia, menos Pepe, que tuvo que ir a casa del señor de Ágreda, permaneció reunida en el comedor entregada a la alegría del suceso; pero había en aquella situación algo anormal que ponía trabas al contento.

Vamos, cállate ya. ¡Qué pesadísimo te pone el vino! Velázquez, que estaba hablando con Frasquito, oyó la disputa de los esposos y dijo: Tiene razón Pepe. Soledad está obligada á dar gusto á la reunión, y aunque le cueste trabajo lo hará... Y añadió alzando la voz: Soledad, hija mía, haz el favor de venir un momento. La tabernera apareció en seguida. Estos señores desean que bailes un poquito.

»Hagamos, pues, el último sacrificio, el más cruento de todos, aunque nos cueste la vida. Ni la menor sombra de egoísmo debe manchar lo más desinteresado, misericordioso y divino que posee el alma humana: el amor de padre.

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