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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Clotilde pintaba con frase apasionada el retiro donde irían a esconder su felicidad: un cuarto alto del barrio de Salamanca, lleno de luz, un nido risueño donde Inocencio trabajaría en su despacho, escribiendo comedias, mientras ella bordaría a su lado en el mayor silencio: cuando se fatigase, charlarían un instante para descansar y después le daría un beso y emprendería de nuevo su tarea: por la noche saldrían cogidos del brazo a dar una vuelta y a casa otra vez: nada de teatro; lo aborrecía con toda el alma: en la primavera irían a pasear por las mañanas al Retiro y tomarían chocolate entre los árboles; en el verano a pasar un mes o dos a la provincia de Inocencio a proveerse en el campo de buen color y de salud para el invierno.

Quiero dormir; pero no se duerme sin olvidar, y yo no puedo echar de mi cabeza tanta y tanta cosa. ¡Si se lograra dormir cerrando mucho los ojos; si se pudiera olvidar apretándose las sienes!... Me volveré de este otro lado. ¿Para qué, si al instante me he de cansar también? Más vale que abra los ojos, que me distraiga rezando o contándome cuentos. ¡Jesús, qué negro está mi cuarto!

Y descomponiéndose de pronto comenzó a vociferar bárbaramente, a proferir blasfemias y amenazas que hacían retemblar la casa. Concha corrió a refugiarse en su cuarto. Romadonga trató de calmarle; pero viendo que eran inútiles sus esfuerzos y que la vecindad se estaba enterando, tomó el sombrero y se fue.

Misia Casilda pasó a su cuarto, impotente ya para seguir fingiendo, y echada en el reclinatorio, delante del nicho desierto, lloró largo rato...

Todas las compañías, hasta la de su tío, le molestaban menos la de ella. Aunque estuviese entregado a una meditación dolorosa, y las lágrimas corriesen por sus mejillas escaldándolas, la aparición de Cecilia en su cuarto, obraba como un calmante, suavizando su dolor. Cedía a sus consejos con respeto, y se dejaba guiar y mimar por ella como un niño enfermo.

Pero las autoridades ilustradas se rien de los difuntos. Bajando de Aguilar hácia el Genil se encuentra á cosa de una legua el maravilloso Lago de Zoñar en un valle abierto que forman unos cerros de poca altura, ocupando de septentrion á mediodia mas de un cuarto de legua. Su agua es salobre y su hondura muy grande, sin que se comprenda de dónde le viene aquel caudal.

Conseguí fácilmente que Alejandro me acompañara a mi cuarto: mi tío me había regalado varias cajas de solados de plomo, entre los cuales figuraba un regimiento de caballería en cuyo jefe yo creía entrever la figura invencible y milagrosa de don Buenaventura, el general y candidato de mi tía. Los detalles del boletín leído en lo de Bringas, me quemaban los sesos.

No pudo presentarse el Estudiantón a Belarmino con carta de recomendación más eficaz ni credencial más honrosa que aquel mal llamado par de botas, pues en rigor era un cuarto o un octavo de unas botas.

Capilla de S. Antonio de Pádua. Es fundacion de Alonso Fernandez de Córdoba, quien la labró en el año 1400, contra el muro de levante, en el cuarto tramo de la última nave principal, ocupando parte de los dos tramos adyacentes. En 1532 la dotó D.ª Beatriz de Sotomayor, su patrona. Terminan con esta capilla las obras ejecutadas durante el siglo XIV dentro del templo.

Por la mañana, un asturiano que tenía en la esquina inmediata puesto de café económico, vulgo de a cuarto, entró en el estanco a comprar pitillos y dijo a la criada, especie de Maritornes a medio desbastar, que el nombre de Cristeta estaba en el cartel del teatro con todas sus letras; y la palurda, aunque no sabía leer, salió corriendo a que se lo mostrasen; luego cruzó la calle con el mismo objeto la estanquera, sin lograr nada, porque se le habían olvidado los espejuelos, y, por último, fue también el tío, permaneciendo largo rato en contemplación de aquella línea del reparto donde decía: «CHULA PRIMERA-SE

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