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Todas las criadas de Salamanca iban á la compra ó volvían de ella..... Un organillo ambulante tocaba la romanza de la tisis de la Traviata..... Los gorriones cruzaban regocijados por un cielo limpio de nubes..... Las campanas tocaban pacíficamente á misa.....

Mientras la atmósfera se mantuviese tranquila no se consideraba en peligro de muerte. El frío huracán, en esta altiplanicie donde es imposible encontrar refugio, resultaba tan temible como la nieve que sepulta. La rarefacción de la atmósfera representaba igualmente una fatiga mortal para los que cruzaban por primera vez las altiplanicies andinas.

Caminaron por la calle del Príncipe, donde el club está situado, a paso lento, observando con fijeza a las mujeres que cruzaban.

Y en ancho mar de blanquecina nieve Solo una forma humana se elevaba: La de un fiel centinela que velaba Apoyada la mano en su fusil. Blancos cabellos su cabeza orlaban, Hondos surcos cruzaban su semblante, Y su mirada firme y penetrante Revelaba un aliento varonil.

»Multitud de pensamientos encontrados, y todos tristísimos, cruzaban por mi mente; pasaban y volvían con persistencia cruel. »Por un breve momento insistí en imaginar aún que podría ser calumnia la delación anónima, pero pronto huyó de esta idea consoladora. Es la única que no ha vuelto.

O muy temerario era o muy poca vergüenza debía de tener éste cuando saltó a la calle en pos de ella y comenzó a seguirla por la del Caballero de Gracia, caminando por la acera contraria para mejor disfrutar de la figura que tanto le apasionaba. La dama seguía lentamente su marcha haciendo volver la cabeza a cuantos hombres cruzaban a su lado.

El Parque, adornado con numerosos cordones de bombillas eléctricas, presentaban un aspecto hermosísimo que era realzado por la animación que se notaba en los alrededores, por donde cruzaban centenares de personas á pie, en coches y en automóviles para presenciar el magno acontecimiento.

Tampoco a Obdulia el agua la encerraba en casa, ni la entumecía: también alegre y bulliciosa corría de portal en portal, desafiando los más recios chaparrones, riendo a carcajadas si una gota indiscreta mojaba la garganta que palpitaba tibia; era de ver el arte con que sus bajos, con instintos de armiño, cruzaban todo aquel peligro del cieno, inmaculados, copos de nieve calada, dibujos y hojarasca sonante de espuma de Holanda; tentación de Bermúdez el arqueólogo espiritualista.

Su hermoso cuerpo, desnudo, se estremecía cada vez que cruzaban por él las correas de las disciplinas con un dolor no exento de voluptuosidad.

De vez en cuando llegaban a la nariz fuertes tufaradas de azahar, que casi le suspendían a uno los sentidos. Pues no hallé, como digo, medio mejor para llegar a la calle de San José que ir preguntando a los que cruzaban. Y cierto que no me pesó de ello. Todos me respondían con extremada cortesía y se paraban a darme cuantas noticias juzgaban necesarias.