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Actualizado: 11 de junio de 2025


Los estrépitos atmosféricos, truenos y huracanes, no penetraban en el agua. Sólo el crujido de la coraza de ciertos cangrejos y el mugir doloroso, cerca de la superficie, de algunos peces llamados «roncadores» alteraban este silencio. Como el Océano carece de ondas acústicas, sus habitantes no habían necesitado formar los órganos que las transforman en sonidos.

Un telón pareció rasgarse en su memoria con doloroso crujido, dejando pasar torrentes de luz... Era el falso conde ruso, estaba seguro de ello, Von Kramer, el marino alemán, afeitado y desfigurado, que «trabajaba» sin duda en Marsella, montando nuevos servicios, meses después de haber preparado la entrada de los sumergibles en el Mediterráneo. La sorpresa inmovilizó á Ferragut.

Al cabo se oyó en el corredor crujido de enaguas almidonadas: la señora jueza entró, sofocada y compuesta de fresco, según claramente se veía en todos los pormenores de su tocado; acababa de embutir su respetable humanidad en el corsé, y sin embargo no había logrado abrochar los últimos botones del corpiño de seda; el moño postizo, colocado a escape, se torcía inclinándose hacia la oreja izquierda; traía un pendiente desabrochado, y no habiéndole llegado el tiempo para calzarse, escondía con mil trabajos, entre los volantes pomposos de la falda de seda, las babuchas de orillo.

La cabra de trémulo balido y cuernos inútiles veíase metida sin defensa en el antro de la pantera, y allí sufría la arremetida que quebraba sus huesos con espeluznante crujido, hundiendo la bestia sus zarpas en las entrañas de la víctima y el hocico en su sangre humeante.

Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a encerrarse en su habitación.

Alguno de los aizkoralaris iba delante de los otros; les avanzaba por momentos; su corte se aproximaba rápidamente al fin: hasta que de pronto, un crujido especial, que no podía confundirse, hizo estremecer el gentío hasta los últimos límites de la plaza. Acababa de partirse un tronco.

Era inútil preguntar a Carlos si estaba contento de aquel día. Su dicha rebosaba como el champagne en una copa llena, y brillaba en el timbre de su voz, en el crujido de sus botas y en la antigua casa, poniendo la alegría en todos los muros y una sonrisa en los seres y en las cosas.

A veces se oía la marcha de pesados zuecos sobre la tierra endurecida y se veía pasar un sombrero de fieltro, una capucha o un gorro de algodón; después, el ruido se alejaba, y el crujido de la madera verde en las llamas, el zumbido del torno de hilar de Luisa y el hervor de la olla volvían a reinar.

Los vehículos marchaban por caminos abiertos entre las filas de troncos, pero el gigante, al seguirlos, tropezaba con el ramaje en forma de bóveda, acompañando su avance con un continuo crujido de maderas tronchadas y lluvias de hojas.

Por lo tanto, me vi obligado a dar una vuelta circular y tortuosa, buscando siempre el amparo de las sombras, hasta que al fin llegué al bosque de arbustos, donde me paré y me puse a escuchar ansiosamente. Allí no se oía más que el suave crujido de las ramas y el triste gemido del viento. Un lejano tren cruzaba el valle, y en algún lugar de la aldea próxima ladraba un perro.

Palabra del Dia

rigoleto

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