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Actualizado: 6 de julio de 2025


Este lo separa ó lo derriba todo; aborda, llega hasta la llanura de hielos, pero por eso no se siente embarazado. «El banco hízose pedazos en un minuto en una extensión de algunas millas. Crujió, atronó, como si hubiesen sido disparados cien cañonazos; parecía aquello un terremoto. La montaña vino á nuestro encuentro, y el mar vióse cubierto, entre ella y nosotros, de sus despojos.

Oyose una risa tenue como un céfiro. Fue a caminar en opuesto sentido, y una jícara que había rodado sobre el tapiz crujió bajo su pie como una nuez aplastada. Alguien hizo sonar por mofa la cuerda de un rabel. La risa aumentó.

Abrumó a Amparito con abrazos asfixiantes y besos y lagrimones, que la arrebataron una parte del colorete; y después de esta molesta expansión, que dejó aturdida a la niña e hizo torcer el gesto a doña Manuela, dejóse caer de golpe en una silla, que crujió tristemente bajo las gigantescas posaderas.

Por fin llegó el coche destartalado, sucio, a paso de tortuga. ¡Al Vivero, a escape! gritó don Fermín dejándose caer como un plomo sobre el asiento duro que crujió.

Gonzalo alargó la mano por entre las rejas, y la retuvo por el vestido. Espera. La tela crujió. Ya me has roto el vestido, ¿lo ves? Si no te disparases tan pronto... Y logrando cogerla por un brazo, la obligó a sentarse. ¡Qué barbaridad! exclamó la niña riendo. Así deben hacerse el amor los osos. ¿Me quieres? preguntó Gonzalo riendo también. No. . No. Dame la mano de amigo.

Al volver no tomes el camino de abajo, a no ser que apremie el tiempo. ¡No la detengas al bajar la cuesta! A las seis te esperamos en el vado. En marcha. ¡Hop! ¡Adelante! Y chispearon las piedras, crujió ruidosamente la grava del camino y Federico se hundió en la oscuridad.

4 También yo hablaría como vosotros. Deseo que vuestra alma estuviera en lugar de la mía, que yo os tendría compañía en las palabras, y sobre vosotros movería mi cabeza. 7 Pero ahora me ha fatigado; has asolado toda mi compañía. 9 Su furor me arrebató, y me ha sido contrario; crujió sus dientes contra ; contra aguzó sus ojos mi enemigo.

Si vas a confesarme la verdad, no me la digas, no; prefiero quedarme con la sospecha. Enronquecida y sin fuerzas, dejóse caer en el sillón más próximo, que crujió bajo el enorme peso; temía ahora tanto de que Esteven hablara, como antes deseaba que rompiera el sospechoso silencio. Don Bernardino preguntó: ¿Sabes quién es el hombre que acaba de salir de aquí? Como no me lo digas...

Ana, ante aquel silencio, sintió un terror extraño.... Pasaban segundos, algunos minutos muy largos, y la mano no llamaba.... La Regenta, que estaba de rodillas, se puso en pie con un valor nervioso que en las grandes crisis le acudía... y se atrevió a dar un paso hacia el confesonario. Entonces crujió con fuerza el cajón sombrío, y brotó de su centro una figura negra, larga.

Palabra del Dia

gallardísimo

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