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El Rio Aperé toma orígen, al oeste del anterior, sobre las mismas montañas: recibiendo luego el tributo del rio de San José se encamina hácia el nordeste para ir á incorporarse con el Mamoré, mas abajo del Tijamuchi, distante ménos de medio grado el uno del otro. Es igualmente navegable este rio hasta muy arriba de su corriente.

Estas consideraciones, unidas á las que con maduro acuerdo hace el capitan D. Manuel Josef de Orejuela en las tres representaciones que ha exhibido con fechas de 21 de Noviembre de 1781, 18 de Febrero, y 12 de Abril del corriente año, califican en tanto grado la sospecha de que los ingleses se hayan poblado y fortalecido en algunos de puertos que hay desde la bahia de San Julian para el sur hasta el Cabo de Hornos, que apenas habrá hombre prudente que, reflexionando con detenida meditacion la materia, dude de semejantes establecimientos.

Cállate, y déjame oír... ¿Qué notas?... ¿qué? Pero ten paciencia. Aguarda... Pues esto está muy malo. Hay aquí dentro un zipizape de mil demonios. ¿Qué clase de ruido sientes? La sístole es demasiado fuerte y... Algo de eso. El empuje de la corriente sanguínea... ; pero prevalece un síntoma muy perro, un síntoma... ¿Cuál es?, dímelo. ¿Cómo se llama? Amor. ¡Vaya! Llamaré otro médico.

Y de Castalia en la corriente fresca El rostro se lavó, y quedó luciente Como de acero la segur Turquesca. Pulióse luego, y adornó su frente De magestad mezclada con dulzura, Indicios claros del placer que siente.

Se ha detenido ya la corriente de europeos, y un momento se ha pensado en los chinos. Pero, como éstos son más hábiles que fuertes, y como, a pesar de chinos, son mortales, creo que se ha desistido de ese proyecto.

Camina el rio arriba diligente, Que fué muy ayudado de les vientos, Y así bien se vencía la corriente, Por se satisfacen sus intentos. La ciudad le recibe incontinente, Y algun tiempo estuvieron muy contentos: Mas presto de otra suerte sucedía, Que no puede durar el alegria.

La corriente de la poesía romántica viene desde la antigüedad, cuyos arroyos tributarios la alimentaron sin disputa, ya cambiando el color de sus aguas, ya perdiéndose en ella.

Mientras su aluvión y sus aguas se transforman cada año en trigo por la maravillosa química del suelo, su corriente sirve para convertir el grano en harina, lo mismo que podría amasar esta misma harina para convertirla en pan si quisiéramos confiarle este trabajo.

Todo lo que pudiesen hacer Serafina y otras del lugar era una chapucería cursi si se comparaba con las confecciones de nuestra heroína, que estaba al corriente de las últimas modas de París, que recibía los figurines y que, ajustándose a ellos, sin encadenar servilmente su fantasía a una imitación minuciosa, ideaba, trazaba, cortaba y hacía trajes para las mujeres, dignos de figurar en los salones de la corte y de ser descritos por Montecristo o por Asmodeo, y para los niños y niñas no inferiores por su gracia y por su chic a aquellos con que la prole de un milord opulento o de un banquero inglés se engalana.

Fray Venancio, que sólo había recibido tal cual puntapié o puñada despreciativa, no necesitó más pasaporte para irse al otro mundo, de puro miedo, en una semana; la señora se apresuró menos, pero, como suele decirse, no levantó cabeza, y de allí a pocos meses una apoplejía serosa le impidió seguir guardando onzas en un agujero mejor disimulado. Del robo se habló largo tiempo en el país, y corrieron rumores muy extraños: se afirmó que los criminales no eran bandidos de profesión, sino gentes conocidas y acomodadas, alguna de las cuales desempeñaba cargo público, y entre ellas se contaban personas relacionadas de antiguo con la familia de Ulloa, que por lo tanto estaban al corriente de las costumbres de la casa, de los días en que se quedaba sin hombres, y de la insaciable constancia de doña Micaela en recoger y conservar la más valiosa moneda de oro. Fuese lo que fuese, la justicia no descubrió a los autores del delito, y don Pedro quedó en breve sin otro pariente que su tío Gabriel.