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Actualizado: 13 de junio de 2025
No tienes planes de cierta especie, ni la menor idea de imponerme tu voluntad ni tus caprichos: corriente; pero suponte ahora que yo te digo: es indispensable, absolutamente indispensable, cambiar de vida, de estado... en fin, hija, casarse, porque, de otro modo, ahorcan. Aquí tienes dos aspirantes: tu primo Nacho y Leto. Elige. Pues a Leto, eligió Nieves sin vacilar.
Lo difícil era que el azar de una corriente ó de un rumbo colocase este despojo, en el inmenso desierto marino, ante la proa de un velero sin prisa. Una corbeta de guerra francesa encontraba entero, cerca de las Canarias, á uno de estos monstruos, flotando sobre el mar, enfermo ó herido. Los oficiales habían dibujado sus formas y anotado sus fosforescencias y cambios de color.
Corriente; pero ¿a qué puertas había ido a llamar Ángel? ¿Quién era ella? Y Ángel, que no tenía motivos racionales para callarlo ya, lo dijo hasta con entusiasmo.
Tan pronto el torrente se hallaba de tal suerte encajonado que nos veiamos forzados á trepar por las laderas y á andar de precipicio en precipicio; tan pronto el desagüe de nuevos rios venia á engrosar de tal modo ese mismo torrente, que teníamos que pasarlo y repasarlo, luchando contra la corriente mas impetuosa y metiéndonos en el agua hasta la cintura.
Aguado. Emma se empeño en que debía dar baños de mar; era la época, y aquello todavía esperaría un poco; había tiempo de ir y volver. Por aquel tiempo los baños de mar todavía no eran cosa tan corriente como en el día. En el pueblo de Emma, aunque a pocas leguas de la costa, era escaso el número de familias que buscaban el mar por el verano.
En Islandia la «última Thule» de los antiguos le enseñaron trozos de caoba que la corriente ecuatorial había arrastrado desde las Antillas. En las costas de Noruega admiró la fecundidad formidable del mar viendo los arenques en marcha. De su refugio en las tenebrosas profundidades subían á la superficie, agitados por la primavera, deseosos de tomar su parte en la alegría del universo.
Veo que, se le ha despertado a usted el apetito esta noche. Corriente. Montamos, desenvainamos las espadas y esperamos unos momentos en silencio. Por fin oímos los pasos de los recién llegados en el camino de coches, al otro lado del pabellón, donde se detuvieron y uno de ellos exclamó: ¡Id a buscar al muerto y traedlo aquí! ¡Ahora! murmuró Sarto.
Esta cenagosa corriente, que sería la muerte de la población si se estancase en ella ó corriera por los ríos, se convierte, por el contrario, en vida para las naciones, puesto que se transforma en alimentos para el hombre.
Lo mismo que á nosotros nos encanta el relato de la vida salvaje en la selva virgen, lo mismo sentirán ellos el encanto cuando se les hable del libre arroyo, donde multitud de peces errantes remaban contra la corriente, retozones y alegres, con sus aletas y cola, ó del pez solitario que atravesaba la corriente como un rayo de luz apenas entrevisto, ó bien de las hierbas flotantes estremecidas constantemente por las ocultas multitudes que las poblaban.
Don Eleazar, sin ser hombre de mundo, sin ser hombre político, tenía cierta influencia política; sin ser hombre de partido, tenía cierta intervención y participación en todos los partidos. En fin, en el mar humano, don Eleazar era corriente de fondo y no de superficie: arrastraba sin ser visto ni sentido.
Palabra del Dia
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