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Actualizado: 24 de noviembre de 2025


A su regreso pernocta en un bosque, en donde, hablando con su criado, le dice que viaja muy afligido porque la princesa Beatriz, hija mayor del Duque, á quien ha visto sólo de paso, le ha inspirado un amor ardiente. Mientras entabla este diálogo, le roban su equipaje, sin notarlo, y, cuando lo averigua y corre á buscarlo, observa á lo lejos un hombre que, al parecer, lo espera.

Mi padre es viudo, y tiene tres hijos; el último de ellos soy yo; mi hermano primero es el que corre ahora con la fábrica; mi hermana Eugenia está casada con un agente de Bolsa... A también quería meterme mi padre en estos líos, pero yo soy un hombre muy especial; basta que me manden una cosa, para hacer la contraria.

No se puede maniobrar... La Ligera, perdido el rumbo, corre con tanta velocidad como el viento... Entonces es cuando la ve pasar el aduanero; son las once y media.

Recuerde el lector esos viejos que conocerá, un decrépito que persigue a las bellas, y se roza entre ellas como se arrastra un caracol entre las flores, llenándolas de baba; un viejo sin orden, sin casa, sin método... el joven, al fin, tiene delante de tiempo para la enmienda y disculpa en la sangre ardiente que corre por sus venas; el viejo-calavera es la torre antigua y cuarteada que amenaza sepultar en su ruina la planta inocente que nace a sus pies; sin embargo, éste es el único a quien cuadraría el nombre de calavera.

Efectivamente, desde mi sitio no percibo más que el chapoteo del agua y la voz del guarda que llama a sus caballos, diseminados en la orilla. Todos tienen retumbantes nombres: «¡Cifer!... ¡L'Estello!... ¡L'Estournello!»... Cuando se oye nombrar cada bruto, corre dando al viento las crines, a comer avena en la misma mano del guarda...

Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.

Jacobo pareció tranquilizarse por completo al oír los horrrorrrres que el tío Frasquito le relataba, y cortóle el hilo del discurso, diciendo: ¡Bah!... Si no es más que eso, de mi cuenta corre desfanatizarla. El tío Frasquito iba a replicar muy disgustado, pero Jacobo le atajó la palabra, preguntándole: ¿Y cómo vive Elvira?... ¿Gasta mucho?...

Y aquella viril figura, asiendo al débil pequeñuelo, como el que se ahoga se aferra en una paja, desapareció en el tenebroso río que corre a abocarse en la inmensidad del mar. Jamás conocimos su nombre verdadero, y por cierto que el ignorarlo no causó nunca en nuestra sociedad el menor disgusto, puesto que en 1854 la mayor parte de la gente de Sandy-Bar se bautizó nuevamente.

Contemplando lastimosamente la noticia que corre por acá, de que en ese pueblo de Santiago han muerto los naturales á su Gobernador, y no á que español criollo; amonesto á dichos indios naturales se contengan en egecutar estas muertes, que sin tener facultades ni motivos las hayan cometido, que eso no manda nuestro piadoso Monarca, sino solo rebatir el mal gobierno con el exterminio ó expulsion de los corregidores europeos, y que armados todos los indios y españoles criollos, le defendamos, en caso de que por alguno de los puertos de este reino venga alguna armada de soldados contrarios, y opuestos á su corona.

Pero «quien no quiere escuchar debe padecerSi por arrogancia y por obstinación corre a su pérdida... Permite, Enriqueta... insinuó el señor Hellinger tímidamente. Yo nada permito, querido Adalberto replicó ella. ¡Quien no quiere escuchar, digo, debe padecer!

Palabra del Dia

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