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Actualizado: 24 de noviembre de 2025


No serían mujeres si no necesitaran alguna vez estar bajo llave. Es frecuente ver dos manos flacas y nerviosas asidas a una reja, y oír la voz ronca de una desgraciada que pide le devuelvan los hijos que nunca ha tenido. Hay una que corre por pasillos y salas buscan do su propia persona. Volvamos al patio de varones pobres. Aquel día faltaba en él Rufete. Creeríase que había crisis.

Herminia, corre al ropero.... Herminia, como una sílfide, estaba ya en la escalinata. Es un hombre distinguido, dijo el doctor; su porte es cuidado y tiene una buena fisonomía.... Algún excursionista á quien han atropellado esos locos.... El alquilador de caballos de Ville-d'Avray me vale ciertamente, un año con otro, diez brazos rotos y costillas fracturadas.... ¡Ah!

Por fin, la labriega vuelve el semblante, el muchacho lo vuelve al mismo tiempo, sus ojos se encuentran, entre ellos pasó lo que Dios sabe; corre la mujer hácia el jóven, el jóven corre hácia la mujer, se abrazan estrechísimamente y rompen á llorar; pero á llorar de un modo que era capaz de quebrantar las piedras.

Por detrás de estos cerros se alzan hasta las nubes las negras moles de la Peña-Mea á la derecha con su fantástica crestería de granito, de la Peña-Mayor á la izquierda, más blancas y más suaves aunque no menos enormes. Por el medio del grandioso anfiteatro corre el río.

Pepe, tengo que hablarte de una cosa muy seria , dijo el lunático marqués, con aparato de misterio, los ojos más extraviados que nunca. Aguarda un poco: déjame salir del baño. Sal pronto, que corre prisa. El marquesito se levantó de la silla donde se había sentado y comenzó a dar vueltas por la estancia con cierta agitación estrambótica, a la cual ya estaban acostumbrados sus amigos.

Un hilo de agua rompe esta barrera de dunas y corre por el fondo del barranco.

Cogidos de la mano, con fuego en el corazón, alta la frente y la pupila clavada en lo porvenir, hemos partido muchos para recorrer los campos de la política; a los pocos pasos, ya se ha desprendido uno, a quien el temor o la utilidad han solicitado, más allá otro, más allá otro: al poco tiempo la caravana se ha disuelto, y cada cual corre a refugiarse donde más le conviene. Esta es la vida.

Lejos corre, seguida del crío, una potranca; Un carabao lustroso en un charco se estanca; En su lomo una garza hace una nota blanca. Un río desenrosca las eses de su tripa, Y asoman, allá en donde su curva se disipa, Las manchas trapeciales de unos techos de nipa.

Junto a la caseta de un guardabarrera, al socaire de las paredes, cuatro o seis gallinas negras picotean y escarban nerviosamente. Y el tren silba y corre, con formidable estrépito de trastos viejos, por la campiña solitaria. Las dos viejas permanecen silenciosas e inmóviles.

Así sucede que cuando aparece una de esas obras aparatosas, enormes, enfáticas, envueltas de vaguedad y misterio, con aspiraciones simbólicas y místicas, como muchas de la escuela romántica pasada y casi todas las de los naturalistas, simbolistas y decadentistas modernos, el público se estremece, imagina que detrás de aquellas nieblas hay un inefable misterio, que se va á descubrir al fin y contemplar el eterno ideal, y corre afanoso á presenciar el milagro; pero ¡ay! no tarda en volver mustio y desengañado, porque detrás de tanto aparato no ha visto absolutamente nada.

Palabra del Dia

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