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Actualizado: 5 de junio de 2025
Yo quisiera aprendérmelo todo de una vez. Es mucho cuento éste de que nunca se le ve el fondo al odre de la sabiduría. ¡Ay! Vientecillo perezoso, corre más, á ver si conseguimos llegar á un punto donde no haya más tierra, ni más mar, ni más cielo, ni más estrellas.... Esto no se acaba nunca. Corramos, volemos, que no ha de haber cosa que yo no vea ni examine, ni arcano que no se me revele.
Corramos al combate, á la venganza Y el que niegue su pecho á la esperanza Hunda en el polvo la cobarde frente. Cuando tremolen patrios pabellones Anunciando del pueblo la victoria, Entone el vate bélicas canciones Y cante los guerreros y la gloria; Mas si la patria yace en agonía Rompa el canto á la fúnebre elegía.
¡Pues entonces, en nombre del Cielo grité extendiendo hacia él los puños, corramos a Zenda, aplastemos a Miguel y traigamos al Rey a su capital y a su trono! Sarto se puso en pie y me miró fijamente. ¿Y la Princesa? preguntó. Incliné la cabeza y tomando la rosa la oprimí hasta destrozarla entre mis manos y mis labios.
¿No quieres que corramos un poco, Tristán? No, déjame gozar de esta hora dichosa. La naturaleza aquí no tiene más que algunos momentos en ciertos días del año, pero estos momentos son tan dulces, son tan espléndidos, que dudo haya nada sobre el planeta que los supere.
El piloto y el joven se miraron con gran ansiedad. Nada dijo el viejo, poniéndose pálido. ¿Habrán partido? No lo sé; pero mis inquietudes redoblan. ¿Estarán, tal vez, dormidos? ¿A estas horas? No son más que las tres, señor Cornelio. Habrán salido en nuestra busca. Es posible; y aun creo que encontraremos alguna señal. Corramos.
¡Así te oyera Dios! ¡Pobre Asunción! ¡Pobre amiga! ¡Tan buena y tan loca! Se me parte el corazón al considerarla deshonrada y perdida para siempre. La arrancaremos de manos de su seductor... No, no huirá de Cádiz... Aún faltan muchas horas para el día... Vamos, corramos pronto. Por fin llegamos a casa de lord Gray. Toqué fuertemente a la puerta y un criado soñoliento y malhumorado bajó a abrirnos.
La lectora, que tomaba al pie de la letra aquello de «Cogemos la pluma trémulos de indignación», y lo otro de «La emoción ahoga nuestra voz, la vergüenza enrojece nuestra faz», y hasta lo de «Y si no bastan las palabras, ¡corramos a las armas y derramemos la última gota de nuestra sangre!». Lo que en el periódico faltaba de sinceridad sobraba en Amparo de crédulo asentimiento.
Varias veces he conseguido de ella con mis cariñosas amonestaciones más que su madre con el rigor y toda la Iglesia católica con sus santidades... Volverá, volverá con nosotros... ¡Qué peligroso paso!... ¡Ella y yo fuera de casa!... Corramos, corramos. La casa de ese hombre está en el fin del mundo. Lord Gray abandonará su presa. Ya pronto llegamos. Lord Gray tendrá el castigo que merece.
¡Bueno! dijo ; es, únicamente, un caballero andante; no tolerará que la mujer a quien ha amado se dé muerte por sus hermosos ojos. ¡Son tan bestias los hombres! ¡Si yo fuese tan bonita como tú, los haría correr! Mientras tanto, hija mía, seremos nosotras las que corramos; y desde mañana mismo. ¡Pues bien, sí! ¡en marcha!
Por otra parte, ya estoy vestida de novia, y, de no verificarse el matrimonio, padecería mi reputación. Corramos a su casa, madre mía; ¡lo aceptaré tal cual es! Pero cuando se halló presencia del mutilado, cesaron sus entusiasmos. Desplomose desmayada, y, cuando recobró el conocimiento, rompió a llorar copiosamente.
Palabra del Dia
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