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Actualizado: 22 de junio de 2025
Me gusta esta cubierta dijo con entusiasmo porque es el único lugar donde uno se entera de que va en un buque. Abajo, salones, comedores, majestuosas escaleras, camareros de corbata blanca, pasillos con habitaciones numeradas: un verdadero hotel. A no ser porque el piso se mueve de vez en cuando, creería uno vivir en un balneario de moda.
Un garçon de frac negro y corbata blanca se acerca á nuestra mesa. Mi mujer pide un té, y yo una copa de Madera con bizcochos. La orquesta rompe, se abre la puerta del fondo del teatro, y aparece la jóven que vimos venir sola, presentada por el tenor, el cual la trae cogida de la mano con el mayor refinamiento. El principio fué muy desgraciado para nosotros.
El Marqués gritaba desde la galería del primer piso: ¡Eh, locos! ¡locos! que os echo los perros, que destrozáis la yerba de Pepe.... ¿Qué va a cenar el ganado? ¡Locos!... Pepe, no lejos del pozo, vestido con los trapos de cristianar, más una corbata negra que había creído digna de un factor, dejaba hacer, dejaba pasar, se rascaba la cabeza y sonreía gozoso....
Un discreto golpe en la puerta del cuarto cortó esta escena. Adelante. Entró un joven vestido de claro, con roja corbata, y llevando el fieltro cordobés en una mano ensortijada de gruesos brillantes. Gallardo le reconoció al momento, con esa facilidad que tienen para recordar los rostros cuantos viven sujetos a las muchedumbres.
El pastor no tenía la costumbre de dejar disipar un sonrojo encantador sin hacer un cumplimiento oportuno. No era nada orgulloso ni aristocrático. Era sencillamente un hombre de grandes ojos sonrientes, de rasgos poco caracterizados y cabellos grises, cuyo mentón estaba sostenido por las numerosas vueltas de una amplia corbata blanca.
El caballo es una parte integrante del argentino de los campos; es para él lo que la corbata para los que viven en el seno de las sociedades.
Iba ataviado con mucha elegancia, la corbata anudada con abandono y el traje, de tela ligera, tan holgado como era su gusto usar la ropa, sobre todo en verano. Tenía un modo de andar tan desenvuelto, una manera tan libre de moverse, vestido de ropa flotante que en ciertos momentos, de todo en todo asemejaba un joven extranjero, inglés o americano.
Regalábale a menudo, unas veces con un bastón, otras con un alfiler de corbata, otras con alguna sortija de poco precio, y el día que cumplió los trece años le compró reloj de plata con cadena de doublé.
Aquella corbata parecía eclipsar todas las otras partes de su persona, y, por decirlo así, comunicar un relieve particular a las observaciones que hacía; así es que considerar su amenidad independientemente de esa parte de su traje hubiera importado un esfuerzo de abstracción penoso si no peligroso.
Y esto no sólo por el prestigio de su corbata, sino porque además era hombre de iniciativa y ocurrente. Cada una de sus frases, un poema de gracia. Cuando tenía que referirse a su propia cabeza, la llamaba «la calabaza.» «Yo conocí en Sevilla una señora decía que comía por la boca.»
Palabra del Dia
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