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Actualizado: 9 de julio de 2025


Al fin, presentose Rosa. Llegaba vestida de nuevo con saya negra de estameña que dejaba ver medias blancas y finas, delantal bordado de flores, dengue de pana, corales a la garganta, y ceñida la cabeza con un pañuelo colorado de seda cuyos flecos le caían graciosamente sobre las sienes. Máxima había sacado, por vanidad, el fondo del baúl para vestirla. Presentose sonriente y roja como una amapola.

Es dulce y agradable para una zagalita el contar á otra sus secretillos y aun las menudencias de su vida... «¿Has lavado ayer?... ¿Cuándo te has comprado esos corales?... ¿Estuvo aquél en tu casa el sábado?...» Pero es mucho más agradable bailar un rato con el galán preferido.

Las corrientes del Pedregoso cambian de ritmo; hay en las espesuras preludios corales, amorosos aleteos, y principia por todas partes el movimiento y la vida. Diríase que los vientos se apresuran a derramar por los valles el aroma de las flores que se abrieron durante la noche.

Los acalifos, llamados ortigas de mar, abundan mucho en aquellos mares, y entre los pólipos se cuentan los anémonas de mar, las madréporas y los corales, que llegan á constituír en los mares filipinos numerosos arrecifes sumamente peligrosos para la navegación, cuyos arrecifes dan lugar con el tiempo á nuevas islas, como son la mayor parte de las llamadas Carolinas y Palaos.

La felicidad del pez, su muy afortunada plenitud de vida se expresan bajo los trópicos por el lujo de sus colores, y en el Norte se traduce por el vigor de sus movimientos. En la Oceanía y el mar de las Indias juguetean, erran y vagamundean, bajo las formas más originales y los más fantásticos atavíos; teniendo sus alegres pasatiempos entre los corales, sobre las flores vivas.

En su fondo tranquilo vivían felices las perlas y los corales, las blancas sirenas, los peces azules... La falúa, al oprimir su húmeda espalda, formaba entre proa y popa un lecho ancho y cómodo con bordes de espuma, un lecho que convidaba a dormir eternamente con el rostro vuelto al cielo, mirando resbalar por el seno transparente del agua el fulgor de las estrellas...

Rosa estaba entre ellas, moviéndose con más ligereza y garbo que ninguna, luciendo su talle flexible, que aprisionaba un pañuelo de Manila, regalo de su señor tío el americano D. Jaime, y adornada la cabeza con otro colorado de seda, por debajo del cual asomaban los rizos de su negro cabello. Un collar de gruesos corales le ceñía la garganta, y pendientes largos de perlas colgaban de sus orejas.

-Como con esas cosas le verá vuestra merced si vive -respondió el paje-. Par Dios, términos lleva de caminar con papahígo, con solos dos meses que le dure el gobierno. Bien echaron de ver el cura y el bachiller que el paje hablaba socarronamente, pero la fineza de los corales y el vestido de caza que Sancho enviaba lo deshacía todo; que ya Teresa les había mostrado el vestido.

Palabra del Dia

godella

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