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Estas pequeñas verdades son muchas en todas las profesiones; bastando para convencerse de ello, el oir á los que se ocupan aun en los oficios mas sencillos. ¿Cuál será pues el mejor agricultor?

Un leve ruido de ramas tronchadas, una ondulación casi imperceptible del matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigo indudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza para convencerse de que no estaba herido. Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algo menudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa.

Seguimos andando, y en otro sitio encontramos algunos cadáveres, que D.ª María, con heroísmo sobrenatural, examinaba cara a cara hasta convencerse de que su hijo no estaba allí.

Luego, serenándose su ánimo, se acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en su amor. ¿Cuál sería la causa? ¿Por qué la niña criada en el regalo, lejos de convencerse de que aquello era una locura, daba a sus promesas más firmeza y mayor expresión de simpatía a sus miradas?

Evidentemente se proponía obtener de algo parecido a una protesta de conformidad con la elección que había hecho y convencerse de que su determinación, adoptada fuera del alcance de todo consejo de amigo, no me desagradaba.

Ahora, que la lección le sirva de escarmiento y que haya su sermoncito con espantos para arreglar a él la conducta venidera, ya es distinto, y hasta me parecería muy al caso; pero, esto ¿qué le quita a usted ni qué le pone? Leto, con la cabeza baja, se atusaba las barbas, miraba al suelo sin ver lo que tenía delante de los ojos, y no daba señales de convencerse.

El periódico nuestro hasta hizo el elogio fúnebre del ingeniero, declarando que «había que reconocer noblemente en este enemigo político á un hombre de talento, á un gran patriota lamentablemente desorientado». Y nada más.... A los pocos días nadie se acordó del infeliz. Otros sucesos preocupaban á la nación. Se sublevaron los generales candidatos, al convencerse de que no triunfarían legalmente.

Volviose a las tribunas y con el gesto desenfadado las despreció, y crecieron tumultos y voces, sobre todo en nuestro balcón, donde varios individuos de sombrero gacho y marsellés no podían convencerse de que estaban en lugar muy distinto de la plaza de toros. Dice que nos desprecia exclamó Presentación en voz muy baja . Se ha puesto rojo como un tomate.

No había más qué leer los papeles liberales, enterarse de los escándalos que habían provocado, hasta en Madrid, las palabras y los actos del Padre Paulí, para convencerse de que nadie trabajaba como él por la causa de Dios. No iba con tapujos y miedos como muchos sacerdotes que sólo hablaban de piedad y perdón para los enemigos, y de la dulzura de Jesús.

Quizá por un instinto egoísta se esforzaba en figurarse su sentimiento por la niña como necio, romántico y poco práctico. Incluso quiso convencerse de que sus adelantos serían mayores bajo la dirección de un maestro más viejo y más riguroso. Melisa tenía entonces once años, y de allí a pocos más, según las leyes de Red-Mountain, sería una mujer. Después de todo, él había cumplido con su deber.