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¡Mienten!... Son ellos... que se empeñan en convencerme de que soy un sinvergüenza y un miserable y qué yo... Les habrá entendido mal, don Melchor.

Tengo necesidad de verle hoy mismo, aunque no sea más que para convencerme de mi error. ¿Habéis conservado sus señas? ¡No lo permita Dios! Pues bien, yo trataré de averiguarlas. Tened paciencia, no salgáis para nada de vuestra habitación, y suspended entre tanto toda medicación. Buscó en vano durante quince días. Recurrió a la policía, que le tuvo despistado por espacio de tres semanas.

Estaba yo terminando de arreglar las flores en los inmensos jarrones de los ángulos, y echando una ojeada a los almohadones para convencerme de que estaban bien colocados, cuando el cura me sorprendió, en el momento en que me disponía a subir a mi cuarto a esperar que la abuela tuviese a bien llamarme.

25 de mayo. Estos últimos días tienen la frescura de uno de esos sueños consoladores que uno teme ver acabar; y cuando pienso que ya hace muchas semanas que dura este encanto y consulto con mi corazón para convencerme de que no es una de esas ilusiones acostumbradas, una multitud de presentimientos terribles se acumulan de pronto en mi pensamiento y descubro en una conciencia vaga, pero infalible, de una gran desgracia futura.

Lo ignoraba, pero me espeté yo misma un discurso para convencerme de que el señor de Couprat estaba enamorado de mi, y la peroración dio término con un enternecimiento de mal augurio.

Lo cierto era que si el simpático mediquillo no estaba en lo justo en cuanto afirmaba, debía de estarlo; y que causándome cierto rubor hasta las tentaciones de contradecirle en asertos tan honrados y tan hermosos, dime desde luego, si no por convencido, por puesto en camino de convencerme muy pronto.

»No hablo de la salud de vuestra hija Marta, que, a juzgar por vuestras cartas, debe ser una persona débil y enfermiza, incapaz por consiguiente de llevar con vigor el peso de una labor tan grande y de hacer la felicidad de Roberto; tan sólo el pensamiento de verla entrar en casa de mi hijo con las manos vacías basta para convencerme de que sería desgraciada y no podría menos que hacerlo desgraciado a él mismo.

Así, pues, no puedo convencerme de que caminamos hacia la bienaventuranza, cuando veo que, no sólo estamos desesperados, sino que es tonto probadísimo, hombre ajeno a la filosofía, acéfalo o microcéfalo insipiente, el que no se desespera.

Se hablaban con tal sosiego y naturalidad, sonreían de un modo tan plácido, sobre todo Isabel, que cualquiera dudaría, como yo, si estaban bromeando. Sin embargo, al fin pude convencerme de que se lo decían muy en serio, lo cual me sorprendió y a la vez me hizo gracia.

Con tal de que todas las cartas no se parezcan a éstas... Quisiera encontrar mi alma hermana. ¿Y qué harás cuando la hayas descubierto? Nada aseguré con toda convicción. Lo quiero por amor al arte, y sólo para convencerme de que no soy un objeto descabalado en la gran feria del matrimonio.