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Actualizado: 28 de octubre de 2025


Como de lo que se trataba en primer lugar era de procurarse pólvora, Catalina Lefèvre había puesto naturalmente los ojos en Marcos Divès, el contrabandista, y en su virtuosa esposa Hexe-Baizel.

Con la confianza amistosa que le inspiraba el contrabandista, le pidió dinero. No cuándo podré devolvértelo. Me voy de Mallorca. Que se hunda todo, pero que yo no lo vea. Clapés dio a Jaime más dinero que el que éste le pedía. Toni quedaba en la isla, y con ayuda del capitán Valls intentaría arreglar sus asuntos, si aún era posible.

¡Los que quieran a Juan Claudio Hullin por jefe que levanten la mano! No se vieron mas que manos en el aire. Juan Claudio dijo el contrabandista , sube aquí, mira..., ¡es a ti a quien quieren! El señor Juan Claudio subió acto continuo, y vio que, en efecto, estaba nombrado, e inmediatamente, con voz firme, dijo: ¡Está bien! Me nombráis vuestro jefe, y yo acepto.

El enorme contrabandista, montado en un altísimo rocín de musculosa y reluciente grupa, se volvió sonriendo para ; agitó luego la espada con un ademán expresivo, y la tropa se perdió en los pinares. En aquel momento los alemanes, con las piezas de ocho, llegaban a la meseta y se formaban en batería, mientras que la columna de Framont trataba de escalar la ladera.

Juan Claudio se acercaba a la cueva del contrabandista, y deteniéndose un momento en el terraplén, guardose la pipa en el bolsillo; luego siguió andando por el sendero, que describe un semicírculo y termina por el otro lado en una brecha. Al final, y casi junto a dicha cortadura, vio Hullin las dos ventanillas del cubil y la puerta, que se hallaba entreabierta.

Los fogonazos se sucedían sin interrupción; un segundo contrabandista cayó, y se oían ya las voces de mando de los aduaneros. El espanto del fraile había llegado al límite; se arrastró hasta la orilla del mar, y allí, arrodillado en el agua, gritó al gitano con el acento del más profundo terror. ¡Sálvame, sálvame! ¡Y el fraile lloraba!

Siempre enfadado con Febrer, pero moviéndose hábilmente para desenmarañar sus asuntos. El contrabandista tenía fe en Valls. Era el más listo de los chuetas y generoso como ninguno de ellos. Indudablemente sacaría a flote los restos de la fortuna de Jaime, y éste podría pasar su existencia en Mallorca tranquilo y feliz. Más adelante recibiría noticias del capitán.

No le calumniaban en esto último: el nuevo Prior no era docto letrado, ni mucho menos; pero en cuanto á lo de contrabandista, no estaba del todo averiguado que lo hubiera sido, aunque dándolo como cierto y seguro, tampoco sería maravilla; que en las vueltas y mudanzas del mundo ladrones han llegado á santos, y hombres virtuosos acabaron en ladrones.

Al viejo contrabandista le temblaban las carnes de placer oyéndole relatar sus proezas. El muchacho vengaba a su compadre y a él de los sustos sufridos en la montaña, de los golpes que les habían dado los que él apellidaba «los esbirros». ¡De seguro que a éste no se le ponían delante para quitarle la carga!... El mozo era de los de caballería y no se limitaba a entrar tabaco.

Hexe-Baizel, trae un asiento a Hullin. Luego sentose el contrabandista en el hogar, con la espalda hacia el fuego y frente a la puerta abierta, por la que penetraban juntos los vientos de Alsacia y de Suiza.

Palabra del Dia

aprietes

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