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Actualizado: 28 de junio de 2025


En menos tiempo del que para contarlo hace falta, traspusieron el cielo pétreo, de que habla Anaxágoras, el de aire vitrificado por el fuego que ideó Empédocles, las bóvedas cóncavas que imaginó Platón, y los tres cielos, luminoso, sideral y cristalino, de que habla Santo Tomás.

No, Rosa no sabía otro, o no quería contarlo: gustaba más de oír los suyos, llenos de enredo y movimiento. Como la alegría de la joven era constante, y ninguna sombra alteraba la serenidad de su rostro ni la paz de aquellos largos y sabrosos coloquios, Andrés había llegado casi a olvidar, en su egoísmo, la triste situación en que se hallaba la pobre niña dentro de casa.

Su nombre había pasado los límites de La Rioja; Rivadavia lo invitaba a contribuir a la organización de la República; Bustos y López a oponerse a ella; el Gobierno de San Juan se preciaba de contarlo entre sus amigos, y hombres desconocidos venían a los Llanos a saludarlo y pedirle apoyo para sostener este o el otro partido.

Tanto gusto de contarlo a usted en el número de mis amigos dijo aquélla con su más amable sonrisa , y muy orgullosa de que mi retrato sea hecho por mano tan experta... y por cierto que no es un estímulo retratar a una mujer de mis años. ¡Señora!

Y el que saque de este cuento otra lección mejor, vaya a contarlo en Roma. Cada uno a su oficio Fábula nueva del filósofo norteamericano Emerson

Ricardito les dijo que el jurisconsulto me había despedido por abuso de confianza; «no lo aseguraba... así lo decían... algo habría de cierto; el dinero es pegajoso; no es difícil que al contarlo se le pasen a uno dos o tres monedas falsas, o, lo que es más fácil todavía, que le falten a uno cinco o... más duros». Pero Ricardo repetía que era yo persona honradísima, incapaz de faltar a la confianza que depositaran en ; éramos condiscípulos, amigos, y él me defendería contra viento y marea.

Quise entonces contarle que el cielo se había quemado; pero no encontraba palabras para contarlo... Cuando las encontré, me había olvidado de lo que quería contar. Por eso guardé un largo silencio, en el cual me dijo Nanela, ¡oh querida y dulce Nanela! que, por rara casualidad, algunas veces amanecía en esa población... El sol debía estarla escuchando.

No, no quedará un francés para contarlo, y la que hicieron aquí a primeros del mes, la pagarán muy cara. ¿Hase visto alguna vez bribonada semejante? ¡Fusilar en cuadrilla a tantos pobrecitos, sin perdonar a sacerdotes ancianos, a inocentes doncellas y a infelices muchachos como el que está en esa cama! ¡Ay!

Amiga mía dijo doña Flora , ¡qué imprudente es usted! ¿No es verdad, Gabriel, que ha sido muy imprudente? ¡Ya lo creo; contarlo todo en sus propias barbas! Yo temblaba por ti, niñito, temiendo que te ensartara con el chafarote. La condesa nos ha comprometido afirmé con afectado enojo. Es un diablillo. Amiga mía dijo Amaranta , lo hice con la mayor inocencia.

En fin exclamó el capitán , por la intercesión de Nuestra Señora y por el valor de Santiago, que puede contarlo como un milagro, nos hemos desembarazado de ese demonio. Pero que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas. Hijos míos, de rodillas, y demos las gracias a Dios por ese testimonio de su bondad hacia los bienaventurados, y de su cólera contra los malditos.

Palabra del Dia

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