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Actualizado: 3 de junio de 2025
Por último, la muerte del pallador, viudo y solitario, está llena de dulce tristeza o más bien de esperanza consoladora. .............Un instante Fijos los ojos en el techo obscuro Pareció que hondamente agradecía La bondad del Señor. Después, ya muerto, Se quedó cual soñando en lo futuro, Y se asentó la paz en su semblante. En suma, el Nastasio del Sr.
Y como este hombre había coqueteado con chucha y hasta la había pretendido, por vicio extraño o tal vez por cálculos de conveniencia, a la pobre Lully no le queda siquiera el consuelo de figurarse a su seductor, o como queramos llamarle, menos ruin y desalmado de lo que era. Tal es la primera fingida historia, harto poco consoladora en verdad, que el Sr. Danvila ha escrito.
Y de aquí, por último, que en Whittier y en Manzoni admiremos la profunda fe cristiana, la caridad viva y la consoladora esperanza con que ensalzan al ser divino, y su santa religión, que es el Lábaro, en pos del cual piensan que han de elevarse á las más radiantes esferas de bienaventuranza para los hombres, cumpliéndose así los inexcrutables designios del Altísimo y su divina voluntad, en la tierra y en el cielo.
Más valía entregarse a la esperanza consoladora de que todo saldría a medida de mis deseos, pensar en las gracias de mi hermoso dueño, recrearse rumiando los dichosos instantes que a su lado había pasado, y cuando llegase a la capital de Andalucía, ya veríamos lo que se había de hacer.
"¿Véis esa mujer con la divisa bordada?" decían á los extraños. "Es nuestra Ester, la Ester de nuestra población, tan compasiva con los pobres, tan servicial con los enfermos, tan consoladora para los afligidos." Cierto es que entonces la propensión de la naturaleza humana á referir lo malo cuando se trata de otro, les impelía también á contar en voz baja el escándalo de otros tiempos.
Arriba o abajo, el corazón late lo mismo... Allá, en el fondo de su alma, en el rinconcito más oculto, brillaba la esperanza consoladora de que, caída de su pedestal de mujer rica, se acercaba más a los otros, se ponía a su nivel, facilitando así la realización de su magna empresa. Era Dios quien lo había hecho; ¡alabado sea Dios!
Yo sentiré en la brisa tu perfumado aliento, Tu voz consoladora traerá á mi oido el viento, Y te veré en las nubes cruzar como vision; Yo sentiré tus pasos en medio á las tinieblas, Y al ver cubrirse el aire de transparentes nieblas, Tus blancas vestiduras veré yo en mi ilusion.
En medio del silencio, la voz del sacerdote resonó triste, pausada, pero consoladora: Dios le perdonará á usted, señor... Simoun, dijo; sabe que somos falibles, ha visto lo que usted ha sufrido, ¡y al permitir que usted halle el castigo de sus culpas recibiendo la muerte de mano de los mismos que ha instigado, podemos ver Su infinita misericordia!
»Mientras tanto, mi madre contaba impacientemente las horas sin recibir ninguna noticia consoladora y abandonándose a toda la amargura de sus temores, menos terribles que la verdad, cuando un tumulto confuso que subía de la calle, el redoble de un tambor periódicamente interrumpido, y el rumor sordo de los pasos de un piquete... Perdone usted, señor Gastón, que llore delante de usted, me costaría demasiado contener mi dolor... La pobre escucha con ansiedad, corre, baja velozmente la escalera, atraviesa la plaza, empuja a la multitud, llega al destacamento, mira, lanza un grito y cae.
Y con tanto charlar estos gacetilleros y poetas, no dijeron una palabra de don Mauricio el Solemne, sino para citar su nombre entre los más «conspicuos» concurrentes; nada de sus ahogos al meeroodeear materiales para un brindis, al primer taponazo del Champagne; nada de sus moribundas miradas a la «picante beldad, ilusión consoladora de los espléndidos marqueses de Montálvez»; nada de ciertas finezas metafóricas que el deslumbrante banquero logró deslizar al oído de la elegante dama, como tímido recuerdo de sus anteriores memoriales.
Palabra del Dia
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