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Don Paco, que conoció a Juanita por la voz, contestó con mucha dulzura: ¡Perdona, hija mía! ¿Te he hecho daño? Ella, que también conoció a don Paco en seguida, replicó riendo: ¿Qué daño me ha de haber hecho usted? Pues qué, ¿soy yo acaso de alfeñique? No, hija. Bien sólida y firme me pareces. Si en algo eres de alfeñique, no es por lo quebradiza, sino por lo dulce.

Así conoció a Leticia Espinosa y a Sagrario Miralta, vástagos ambas de la más encumbrada aristocracia española, las cuales habían entrado en el colegio un año antes que ella. Leticia, contra lo que su nombre declaraba, era una morena triste, o, mejor dicho, serena y algo fría, como esos días de otoño, de poco sol, de que tanto gustan los espíritus contemplativos y melancólicos.

Y es que la palabra de Descartes despertó el genio filosófico adormecido en el jóven bajo la balumba de las lenguas y de la historia: sintióse otro, conoció que él era capaz de comprender aquellas altas doctrinas, y como el poeta al leer á otro poeta, exclamó: «tambien yo soy filósofoUna cosa semejante le sucedió á Lafontaine.

Su amistad, por consiguiente, libre de todo obstáculo, vendrá en auxilio mío. El P. Jacinto conoció al fin que se trataba de un caso práctico, real, y no imaginado, y se ofreció á auxiliar al Comendador en todo lo que fuese justo.

7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, para que todos creyesen por él. 8 El no era la luz, sino para que diese testimonio de la luz. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él; y el mundo no le conoció. 12 Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre;

Ramiro conoció de súbito el arrobamiento del primer amor. Su soñar sobrepujaba la vida; y aquel brusco delirio fue pronto para él la coloración, el ritmo y el perfume de todo lo creado. Su fervor religioso y sus anhelos de gloria se acostaron entonces como lebreles a los pies de la nueva pasión.

Usted que conoció a mis padres, que debió de estar al corriente de lo que pasaba en su casa, dígame al fin de una vez y con completa sinceridad lo que piensa; pero la verdad, la verdad. Hija, querida hija mía repuso el viejo con una torpeza de palabra y de pensamiento que anunciaban un lamentable estado cerebral . ¿Sabes lo que me pasa?... ¿Qué? Que he perdido completamente la memoria.

Juanita, sin hacer atención a las últimas palabras de don Andrés, y temerosa de que la vieran con él, porque allí había mucha gente, exclamó con cierta angustia: Por amor de Dios, señor don Andrés, déjeme vuecencia en paz y no se comprometa ni me comprometa. Don Andrés conoció sin duda que tenía razón la muchacha; cedió a su súplica y se apartó de ella.

Así, se conoció al tiempo de la expulsión que en los treinta pueblos sólo había tres o cuatro caciques corregidores; sin duda recelaban que, juntándose a la veneración que los indios tienen a sus caciques, la que les correspondía por el empleo, quisieran tener más autoridad que la que en aquel tiempo convenía.

Vamos á encontrar algo que nos dará la victoria, y yo vendré á salvarle, gentleman, antes de que ordene su muerte el gobierno de las mujeres. En el que se ve cómo el Hombre Montaña conoció al fin la Ciudad-Paraíso de las Mujeres, y la deplorable aventura con que terminó esta visita