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Actualizado: 21 de junio de 2025


Por manera que ahora las colecciones de periódicos son excelentes memorias para escribir la historia. Esto aumenta el número de los hechos en que se pueda fundar el historiador; y de que puede aprovecharse con gran fruto, con tal que no confunda el texto con el comentario. Pág. 78.

Y yo acabo de llegar de Navalcarnero. Fuí á buscar á mi tío á palacio; llovieron sobre aventuras y desventuras, porque esos porteros, á quienes Dios confunda, no han querido avisar de mi llegada á mi tío. ¿Y quién es ese vuestro tío? El cocinero de su majestad. ¡Francisco Martínez Montiño! pues me alegro, ¡hombre sois! ¡Cómo!

Los ojos chinos no los corrige ni las conjunciones de sangre, ni el bisturí del operador, ni los cosméticos del tocador. La hija de mestiza europea y de padre europeo, ó sea la cuarterona, también se distingue y se define perfectamente, no dando lugar á que se confunda con la mestiza pura de india y europeo.

¿Pues quién ha de ser, tía Zarandaja, más que el capitán don Baltasar de Peralta, que Dios confunda, que cada vez más empeñado por esa doña Guiomar de mis culpas, y celoso, y con más furia que una rabiosa pantera hircana por lo de la música anoche, y porque doña Guiomar salió a sus miradores a oírla, empeñado está en acabar de una vez, y en meterle todo a barato, y a salga lo que saliere, aunque lo que hubiera de salir fuese la destrucción y acabamiento del mundo?

En su imaginación presta a su marido, ya que no talento, recto juicio, bondad extremada, ternura y delicadeza de afectos. Con estas cualidades, y siendo él como es buen mozo, elegantísimo y ágil en el sport, no podrá menos de satisfacer el amor propio de ella y de tenerla, si no prendada, tan agradecida y devota que casi toque y se confunda con el amor su gratitud y su rendimiento.

Cerca de él, una madre coge á su hijo, le sujeta frenéticamente con el brazo izquierdo, como si pretendiese unirlo á su corazon; y con los ojos ardiendo de ira, con la pupila dilatada y profunda por el dolor y por el espanto, con la cabellera descompuesta, con labio cárdeno, seco y convulsivo, hundiendo la nuca y alzando la frente, como el náufrago que saca la cabeza para que el oleaje no le confunda; la madre, la mujer de la Providencia, amenaza al guerrero con un ademan que trae á nuestra memoria las palabras de Agripa á Octavio: ¡levántate, verdugo!

En primer lugar, el amor del alma se confunde muy a menudo con los antojos del cuerpo; pero, aunque no se confunda, el amor, o lo que sea, se acaba luego, porque no duran más los incentivos que le producen; o si se conservan, pierden el encanto por la costumbre de verlos; el resultado es el mismo; lo que se llama amor, desaparece, y la venda se cae; y entonces, cuando los ojos contemplan asombrados lo muchísimo desconocido que tienen delante, la codicia de ello inflama los apetitos, y el hombre más sesudo y morigerado olvida sus deberes y se hace un glotón de cuanto ve.

¡Ay señor! dijo Florela, que yo, cuando mi ama se fue a la visita de ese familiar, que Dios confunda, que a buscarla vino, entre la espesura del cenador acechando quedeme, y lo que con doña Margarita hablasteis, y vi que vuestra la hicisteis; y como tanta es, ya os lo dije, la lealtad que a mi señora tengo y el agradecimiento a que ella me obliga por el amor que me tiene, sabedora de todo la hice.

Allí oía el nombre de Dios a cada momento, pero en términos que no le parecían nada filosóficos. ¡Don Pompeyo, tiene usted razón! gritaba un perdido al despedirse de la última peseta ¡tiene usted razón, no hay Providencia! ¡Joven, no sea usted majadero, y no confunda las cosas! Y salía furioso del Casino. «No se podía ir allí».

»Echaba usted de menos una compañera con quien compartir el arrobamiento que le produce la contemplación de los magníficos espectáculos que la Naturaleza le ofrece a cada instante... ¿No me es a más necesario un amigo que confunda sus lágrimas con las mías? Yo tengo, , ese amigo; pero me separan de él la distancia y sus propios pesares, que lo alejan de más que la distancia...

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