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Actualizado: 21 de junio de 2025


Acostúmbrese a permanecer en primera línea para que nunca se sienta satisfecho de usted mismo si llegase a ocupar tan sólo la segunda en lo sucesivo. Sobre todo no equivoque el móvil de su esfuerzo, no confunda el orgullo con la modesta apreciación de lo que puede hacer.

¡No haré semejante cosa! dije. ¡Ni usted tampoco! Desde ahora me niego rotundamente a engañar de tal modo a la Princesa. Sarto clavó en sus ojillos penetrantes. Después apareció en sus labios sardónica sonrisa. Corriente, joven; como usted quiera. Vaya, limítese usted a tranquilizarla un poco, como pueda. Y ahora hablemos de Miguel. ¡A quien Dios confunda! dije. Ya hablaremos de él otro día.

Una narración histórica, lo mismo que un poema y lo mismo que una novela, puede considerarse como obra de arte, con unidad de acción en su conjunto y donde todos los casos que se cuentan y todos los personajes que figuran aparecen en segundo o tercer término y como esfumados para que el héroe principal o protagonista no se confunda ni se pierda y atraiga y fije las miradas y persista en el pensamiento de los lectores.

No confunda usted la debilidad de la senectud con la de la niñez: ambas son debilidad; las causas son, no obstante, diferentes; esa franqueza, esa aparente confusión y nivelamiento extraordinario, no es el de una sociedad que acaba, es el de una sociedad que empieza, porque yo llamo empezar... ¡Oh! , , entiendo. ¡C'est drôle! ¡C'est drôle! repetía mi francés.

Temió Leto que esta aclaración de las otras dos hipérboles sonaran demasiado recio en los oídos de Nieves, y se apresuró a decirla: La ruego a usted que no a estas palabras otro alcance que el muy modesto que llevan: las mayores bondades de usted conmigo no harán jamás que yo confunda los puestos ni las distancias: desde el suyo humildísimo goza el más pobre de la tierra los beneficios del sol y del aire que le dan la vida... No si habrá acabado usted de comprender lo que he querida decirla.

También tenemos muchas ovejas. «A la vuelta de pocos años me dice Ricardo nos podremos farrear anualmente en Europa unos dos mil novillos, alrededor de trescientos mil pesos de renta». «¡No, Ricardo, no por Dios! le digo, porque ya le he visto las orejas al lobo, y no quiero verte con insomnios y sufriendo como un condenado cada vez que tenías que ir a ver a los señores gerentes, que Dios confunda».

Si el P. Feyjoó dixera, que él arte ha de ser en las oraciones muy disimulado, y tanto, que se confunda con la naturaleza; que la fuerza de la eloqüencia verdadera ha de consistir en el vigor de las máxîmas y en lo sólido de las sentencias, y no en la pompa de las palabras, sin negar que para persuadirlas ayude mucho el arte, hubiera dicho una verdad admitida de todos los Sabios.

Palabra del Dia

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