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Actualizado: 28 de junio de 2025
Bruscamente, como un niño cogido en falta, deja caer el bordado; la joven aparece en la esquina de la casa conduciendo alegremente a un hombre de aspecto rollizo, cubierto de harina, que trata de librarse con ademán torpe de las manitas que lo sujetan, y esparce a su alrededor densas nubes de polvo blanco. Ese hombre es... no cabe duda es... ¡Martín! ¡querido Martín!
Eran gauchos venidos del Chaco conduciendo rebaños; hombretones de perfil aguileño y maneras nobles, que recordaban por su aspecto á los jinetes árabes de las leyendas.
Si el diablo no nos le cierra, yo mañana y usté otro día, en él hemos de fondear. Quiéralo Dios así repuse desde lo íntimo de mi corazón, pensando en las virtudes de aquel hombre admirable. Dos días después, subía por la cuesta de la Ribera un carro fúnebre conduciendo un ataúd enorme, y seguido de numeroso cortejo.
Era irlandés, hijo de pobres labradores y, según su biógrafo Lavalle, pasó los primeros años de su vida conduciendo haces de leña para la cocina del castillo da Dungán, residencia de la condesa de Bective, hasta que un su tío, padre jesuíta de un convento de Cádiz, lo llamó a su lado, lo educó medianamente, y viéndolo decidido por el comercio más que por el santo hábito, lo envió a América con una pacotilla.
Osorio se apresuró a ofrecer el brazo a la baronesa de Rag y rompió la marcha hacia el comedor seguido de todos los convidados. Cerrando la comitiva iba el barón conduciendo a Clementina. Los criados esperaban puestos en fila con la servilleta al brazo, capitaneados por el maître. Osorio fué designando a cada invitado su puesto. No tardaron en acomodarse todos.
Don Salvador era de San Juan; en su juventud, como peón, había recorrido casi todo el territorio de la República conduciendo mulas de un punto a otro, a las órdenes de un capataz. Fue así como se encontró en Salta, donde entró a servir a un arriero viejo y conocido.
Pasaban las aldeanas auvernesas, vestidas de colores apagados, la esportilla de paja puesta sobre la blanca escofieta, conduciendo sus vacas, cuyos ubres henchidos de leche se columpiaban al andar, y que, posando una mirada triste en los transeúntes, solían pegar una huida de costado, un trote de diez segundos, tras de lo cual recobraban la resignación de su paso grave.
Además, habían hecho un beneficio al pueblo, conduciendo al altar a una porción de señoritas de veinticinco a treinta, que, sin este inesperado socorro, se hubieran ido desecando tristemente. Ahora eran casi todas esposas obesas y tranquilas, madres de familia felices, rigiendo una casa bien abastecida.
El Capitán, los dos jóvenes y el marinero desembarcaron armados de sendos fusiles, y tras de ellos los chinos conduciendo a tierra la leña, las pailas, los arpones y las espumaderas. A corta distancia de la orilla Van-Stael indicó dos pequeñas construcciones circulares formadas por pedruscos y que podían servir muy bien de hogares. Los salvajes las han respetado dijo. ¿Qué es eso? preguntó Hans.
Guardémonos, pues, de limitar la quina á su accion sobre el sistema vascular, á su virtud tónica ó á su propiedad hipostenizante; tanto mas, cuanto que segun la intensidad de su accion y su duracion, es sucesivamente escitante, sedativo, tónico, alterante, etc..... Es preciso estar entusiasmado por una idea sistemática largo tiempo sostenida, para clasificar todos los medicamentos con los nombres de hiperestenizantes ó hipostenizantes de los diversos aparatos orgánicos; clasificacion que se ha ensayado en la dominacion de las escuelas, sin conseguir otra cosa que enumerar con el primer título, esto es, de hiperestenizantes á algunas sustancias que en su accion completa solo habian llegado á deprimir las fuerzas, y conduciendo á la astenia, si bien produciendo alguna escitacion en su primera impresion sobre el organismo.
Palabra del Dia
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