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Actualizado: 3 de junio de 2025
Paco y Beatriz se casaron: y Paco borró con besos, que dió a Beatriz despierta, la impresión al parecer indeleble de aquel beso tan poético que ella había recibido dormida. Paco, algo recelosillo, como buen lugareño, se guardó bien de llevar a Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que el Condesito estaba enamorado de ella seráficamente.
El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos. Tuvo él que venir a Madrid para negocios, y prometió a Elisa ir a Biarritz a pasar el verano. Ocurrió, estando en Madrid el Conde, la aparición de doña Beatriz y de Inés en los Jardines del Buen Retiro; el empeño del Conde en conocerlas y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido.
Sostenía el Condesito que doña Beatriz era la discreción personificada, que su conversación tenía un atractivo irresistible, y que su honra y su castidad estaban por encima de toda sospecha. Así era que él no se tomaba trabajo alguno para disimular, y hablaba con doña Beatriz aparte, y horas enteras, en casa de Rosita.
Lo que sí es probable, casi seguro, es que el Condesito te ha encontrado bella, airosa y elegante; ha imaginado que eres buena y que estás bien educada, en lo cual no se equivoca, y te admira y le atraen hacia ti curiosidad, simpatía y otros vagos deseos y pensamientos. Te concedo, además, que el Condesito, con su petulancia, que es mucha, se promete triunfos y victorias que no te hacen favor.
Estas conversaciones me enamoran dijo el condesito de Rumblar . Me estaría toda la noche oyendo a este hombre, sin cansarme. Ya, ya voy aprendiendo muchas cosas que no sabía. Así, aquella fantasía encerrada en el capullo de una educación mezquina, agujeraba con entusiasmo su encierro, porque había vislumbrado fuera alguna cosa que tenía la fascinación de lo nuevo.
El Condesito no quiso, pues, molestarse ni con el pensamiento en buscar a sus dos beldades, porque estaba casi seguro de que ellas volverían a buscarle. Como no volvieron ni la siguiente noche ni la noche después, el Condesito se sintió picado y hasta ofendido.
No los previó y te dejó a obscuras. Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 duros de renta?
Casi todas las noches doña Beatriz y el Condesito tenían un dúo larguísimo, inaudito para todos, salvo para ellos. Delante de don Braulio tenía lugar el dúo misterioso lo mismo que cuando don Braulio estaba ausente. Ni ellos se recataban, ni don Braulio se inquietaba.
Todo se lo confiaban. El Conde buscaba en su amiga consolación para sus disgustos y consejos para sus dificultades. Rosita admiraba el talento del Condesito: le reía todos los chistes, hallaba que nadie era más discreto que él; ni su poeta ni su marido valían un pitoche al lado del Conde, y por él hubiera hecho Rosita cualquier sacrificio.
Sobre todo, el condesito de Rumblar no cabía en su pellejo de puro alborozado; y como con el roce de tanta y tan diversa gente se iba despabilando por extremo, llegó a adquirir un desembarazo, un dominio de su propia persona que antes no tenía.
Palabra del Dia
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