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2 los cuales, viendo a algunos de sus discípulos comer pan con manos comunes, es a decir, no lavadas, los condenaban. 5 Y le preguntaron los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos sin lavar?

Así como así, estaban deseando dejar el oficio que, tras de peligroso, no les daba de comer por falta de mercado, en lo cual tenían razón, bastante más que la que tuvieron para echar a palos de Villavieja al señor catalán que quiso contratarlos con buen sueldo.

No, no se descuidarían en cobrar, y en comer, y en llenar la bolsa. ¡Y si fuesen los ministros los únicos a reírse del que está debajo! ¡Pero a todos los ricos del mundo se les daba una higa de que cuatro mil mujeres careciesen de pan que llevar a la boca!

Pero, ¿es un buen hijo? dijo tímidamente Juana. Ciertamente, es un buen hijo; en cuanto a esto, , es un buen hijo, no hay duda. Y, decidme, queridita, ¿estaréis libre mañana? Es mi miércoles... ¿Queréis venir a comer con nosotros? Os encontraréis con vuestra amiga la señora de Hermany. Con mucho gusto... Creo que el señor de Maurescamp no tiene ningún compromiso.

2 Tengo misericordia de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo; y no tienen qué comer. 3 Si los envío en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos. 4 Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar a éstos de pan aquí en el desierto? 5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

El tiempo corría, y en la tienda se cansaban de fiarles; se veían perdidas, ¿cómo salir del apuro? ¡A los angelitos no era cosa de darles a comer las piedras de la calle!

A los pocos días la misma Amalia, en un acceso de mal humor, dijo que aquel doble servicio no podía ser tolerado y que se la llevasen a la cocina a comer con los criados. Concha la sentó en un taburete, le puso un plato de barro y una cuchara de madera en la mano y le dijo: Come.

Al oscurecer, abandonó Jacobo el balcón para dirigirse a casa de Currita, donde estaba citado con el buey Apis desde la víspera; cierto senador famoso, disgustado recientemente con el Gobierno, había solicitado de Martínez, por medio de la dama, una entrevista, y ella apresuróse a ofrecerles, como terreno neutral, su propia mesa; ambos debían, por lo tanto, comer aquella noche en casa de la Albornoz con este objeto, y Jacobo, el niño mimado del nuevo partido, no podía faltar tampoco en aquella ocasión al lado de su jefe.

Donna Olimpia así lo recomendaba diciendo: Nada de malos tratamientos. No le hagáis el menor daño. Hasta podéis desatarle las manos cuando esté en el desván y llevarle de comer y de beber y un colchón para que duerma. Dirigiéndose luego a Miguel de Zuheros, donna Olimpia le dijo: Yo os ruego, señor, que me perdonéis el grave disgusto que os ha causado el venir a verme.

Acercábase ya el sol á la mitad de su carrera, y tenia Babuco que ir á comer al otro extremo del pueblo, á casa de una dama para quien le habia dado carta de recomendacion su marido que era oficial en el exército.